Decenas de desocupados se pelean por el empleo de verdugo, que estña vacío desde hace cinco años
La realidad imita al cine. Al menos en este caso, porque lo que ha ocurrido en Zimbabue, parece sacado de ‘El verdugo’, aquella ácida y estupenda película que el genial Berlanga estrenó en la década de los sesenta.
Una cárcel de Zimbabue ha puesto un anuncio para buscar un ejecutor y la oferta ha desepertado un aluvión de solicitudes, porque la posibilidad de tener empleo fijo y remunerado no es algo para echar en saco roto en los tiempos de crisis.
Son docenas de desempleados se han mostrado interesados en la vacante.
Cuenta el diario local NewsDay que, tras haber publicado un reportaje sobre ofertas de empleo sin cubrir, entre ellas la de verdugo, se ha visto inundado de llamadas y mensajes en los que se pregunta sobre como aspirar a este empleo, en un país en el que se calcula que hay un 90 por ciento de parados.
«No podía imaginar que hubiera tanta gente tan desesperada por encontrar un empleo que esté dispuesta a matar para tener la oportunidad de llevar la comida a la mesa», señala el subdirector del periódico, Tangai Chipangura, en una columna de opinión.
El periodista afirma que recibe una media de cinco llamadas y mensajes en su teléfono móvil cada día para preguntar por el puesto de verdugo y que sus colegas también tienen a diario numerosas llamadas y mensajes telefónicos y por internet.
Uno de los mensajes recibidos por Chipangura dice:
«Puesto de verdugo vacante. Por favor, ayúdeme. Necesito saber el procedimiento de solicitud. He trabajado antes como funcionario de prisiones y se que tengo un corazón fuerte. ¡Puedo ahorcar!».
En la actualidad, hay 52 presos condenados a muerte en las cárceles de Zimbabue, que según el propio Gobierno están en condiciones infrahumanas.
La última persona ahorcada en el país fue Never Masina Mandla, en julio de 2005.
Tras una década de crisis política, económica y social, que han llevado a Zimbabwe a la ruina, en 2009 el desempleo llegó al 94 por ciento y aún se calcula que se mantiene en un 90 por ciento, aunque no hay cifras oficiales.
La política de «indigenización» del Gobierno, que impone que las empresas del país tengan mayoría de capital de negros Zimbabwenses, lo que puede llevar a confiscar las actuales compañías, incluso mineras y bancos, ha desanimado a los inversores y podría provocar un aumento del desempleo