Con el último informe de la EPA, como un nuevo parte médico de la salud laboral de España, este país no es que esté en la UCI, sino lo siguiente.
Entre los muchos indicadores que se han disparado en los sucesivos análisis de sangre de nuestra economía y nuestra sociedad (deuda, déficit, morosidad, desahucios, índices de pobreza, fuga de cerebros, pérdida de poder adquisitivo…), es la espiral de la tasa de desempleo la que convierte a los españoles en una especie en peligro de extinción.
La frívola «movida madrileña
Mariano Rajoy y sus «pegamoides» pueden seguir empeñados en interpretar siempre la misma tediosa canción de «terror en los mercados». Atrincherarse en su mayoría absoluta y cantar en las tribunas, en los foros, en los micrófonos de radio, ante las cámaras de televisión, su versión del hit de Alaska heredado por Fangoria: «a quien le importa lo que yo haga, a quien le importa lo que yo diga. Yo soy así y siempre lo seré: ¡nunca cambiaré!»
Rubalcaba y sus «golpes bajos» pueden seguir utilizando las cifras como armas de destrucción masiva. Mas, Urkullu y esos nacionalistas del montón pueden seguir escribiendo su guión de vascos y catalanes al borde de un ataque de nervios. Cándido y Toxo pueden seguir emulando a Siniestro Total, en esta nueva movida madrileña en la que el Congreso se ha convertido en la réplica del Rock-Ola y las calles se han llenado de franquicias de «Derribos Arias»
1.200 parados por hectárea
Fuera de los focos, de las ruedas de prensa, de las sesudas tertulias, de los fríos analistas, de los empáticos columnistas que todavía comemos caliente, cerca de seis millones de españoles se mueren de asco, de rabia y de pena. La densidad de parados por kilómetro cuadrado se eleva a 12 personas. Pero si contemplásemos la extensión en hectómetros cuadrados, más o menos la superficie que ocupa un estadio de fútbol, la densidad de población sin empleo se nos haría más familiar, más cercana, más comprensible: 1.200 parados por estadio, en más de 50 millones estadios ocupando toda la piel de toro.
¿Por qué la reconversión de kilómetros cuadrados en estadios? Para poder visionar, en cada uno de ellos, el dramático Estadio Nacional de Chile donde se apagó la voz de Víctor Jara, donde todavía resuenan los ecos de los gritos de los desaparecidos, mientras la gente no podía creérselo y los familiares y amigos no sabían cómo contarlo. Una España imaginaria formada por decenas de millones de Estadios, cada uno de ellos con 1.200 seres humanos esposados por el paro, soportando la tortura de las horas en blanco, de los currículos sin respuesta, del amor saliendo por la ventana mientras la pobreza se cuela por la puerta.
Si la señora Ministra de la cosa Fátima Báñez, la oposición carroñera, los sindicatos teatrales, los empresarios androides, dejasen de mirarse a sus ombligos y a sus carteras y contemplasen a los seis millones de parados españoles, pues eso, como judíos en ghettos, como chilenos en un estadio maldito en el que no hay noticias del futuro, se dejarían de disculpas, de peleas callejeras, de películas de buenos y de malos, y unirían sus fuerzas para firmar un gran pacto por el empleo.
- Medidas legislativas para la redistribución del trabajo escaso
- Una familia/un sueldo, a partir de un mínimo suficientemente digno de ingresos
- Si trabajan los dos miembros de un matrimonio o de una pareja de hecho, y superan un volumen exagerado de ingresos, elegir entre ellos cuál de los dos cónyuges renuncia a su derecho al trabajo.
Políticas de empleo para un país con cáncer terminal laboral. Valentía política consensuada, legislada, desideologizada, para cometer injusticias de forma en un intento a la desesperada de impartir justicia social de fondo. Porque España, se muere. No hay país occidental que pueda sobrevivir con un jubilado y medio, un niño y un parado, por cada cuatro ciudadanos trabajando.