En un escenario como el actual la necesidad del factor trabajo es cada vez menor, lo que se traduce en un aumento imparable del desempleo, del subempleo y del paro encubierto
Si se mantiene la tendencia demográfica actual, el número de habitantes de España pasará de los 46,19 millones de 2012 a los 41,5 millones en el año 2052, según las últimas proyecciones del INE.
El país se dirige sin duda hacia un invierno demográfico fruto de un «cocktail mortal»: emigración, menos inmigración y descenso de la tasa de natalidad.
Para el economista Santiago Niño Becerra:
«Todo ello en una medida que ni los aumentos poblaciones que puedan producirse podrán compensar.»
El catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull ofrece en su blog de La Carta de la Bolsa —‘Vamos a menos’— una serie de reflexiones ligadas a esta situación:
«Siempre, pero nunca como en las dos décadas pasadas, economía y demografía han estado más vinculadas», indica. «Y cierto es que cada vez menos personas son precisas para generar una unidad de PIB desde la oferta, pero cada vez más lo son para generarlas desde la demanda»
En su opinión, en un escenario como el actual la necesidad del factor trabajo es cada vez menor, lo que se traduce en un aumento imparable del desempleo, del subempleo y del paro encubierto. Hoy asistimos a un retroceso de los ingresos públicos por la menor actividad económica en un entorno en que asistimos a un aumento de la necesidad de más gasto público vía prestaciones por desempleo y subsidios.
Pero como los ingresos públicos experimentarán significativas reducciones, ello provocará, según Becerra, que el modelo de protección social retroceda. Ello implicará que la esperanza de vida, lejos de aumentar disminuya. Una situación a la que contribuirán las caídas que experimentará la renta media. Al menos, «por el lado del gasto público, supondrá un alivio para unos ingresos fiscales decrecientes».
En todo este contexto, piensa Becerra, el escenario futuro que se puede esperar es uno en el que «primará la búsqueda de la eficiencia, lo que potenciará la productividad».
En ese escenario, añade:
«Es asumible una caída continuada de la demanda de factor trabajo lo que supondrá, o bien el derrumbe de la población activa o bien el aumento exponencial del desempleo estructural, dándose, en ambos casos, caídas muy significativas en las rentas medias».
En su artículo, Niño Becerra recuerda que las previsiones del INE alcanzan hasta el 2051, «una época que en los procesos de cambio en los que el planeta se halla inmerso, suena a futuro remoto».
¿Cabe pensar que dentro de 40 años las estructuras políticas, jurídicas y administrativas que actualmente conocemos y en la forma que conocemos pervivirán?, se pregunta.
«Pienso que no. Aún así, cabrían más reflexiones. Vayan apuntándolas.»