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Un buen día la vida te sorprende y das con algo que llega a apasionarte. A partir de ahí empiezas una carrera contra ti mismo en la que no sabes donde está tu limite, en el que aprendes a dar las gracias y en el que quieres devolver todo eso que estás recibiendo. Ahí va una humilde historia…
En el año 2008 mi vida empezó a dar un cambio sorprendente del que inicialmente no fui consciente. Se me había ocurrido escribir un libro y, pese a las crisis que pasé para acabarlo porque no encontraba el momento para emplearme en ello como se merecía, conseguí hacerlo y que la primera editorial a la que se lo envié me lo publicase.
El «subidón» que me produjo su presentación hizo que al día siguiente comenzase a escribir el segundo, Reinventarse profesionalmente, el cual se ha convertido en un clásico de los libros de autoayuda.
Pero ese segundo libro no fue un libro normal porque fue el que me abrió las puertas a dar conferencias, crear una marca y desarrollar mi auténtica vocación, que es una de las mayores fortunas que podemos tener las personas a lo largo de nuestra existencia.
A partir de ahí, mi vida ha estado llena de emociones, he viajado gracias a esta actividad y he conocido a muchas e interesantes personas. Y tan solo siete años después he conseguido publicar siete libros y sentir con ello que mis aportaciones sobre el mundo de la empresa y el desarrollo personal son de interés.
Pero como bien sabéis, hace dos semanas publiqué, El poder de la actitud, un libro que explica lo grandes que podemos llegar a ser si desplegamos toda nuestra actitud. Y desde entonces, no he hecho más que recibir muy buenas críticas y un montón de cariño de todos vosotros. De hecho, el libro lleva camino de ser un superventas, a tenor de los espectaculares datos de colocación que ha tenido.
Cada día me levanto sintiéndome afortunado por poder disfrutar de todo ello, pero con la obligación de seguir exigiéndome para que mis mensajes despierten la voluntad de cientos de personas que se empeñan en vivir como vagones, sin saber que son locomotoras.
Hay tres palabras que considero mágicas: perdón, por favor y gracias. Con todo el afecto y apoyo que estoy recibiendo, hoy necesito utilizar la tercera, pero por triplicado, porque gracias a vosotros cada día tengo más energía para seguir explicando aquello que un día a mí también me hizo crecer.
Gracias, gracias, gracias…
Carlos Alonso
Escritor y conferenciante