Críticas a la propuesta de Bruselas

Unión Europea: El ‘truco’ de los cuatro meses del permiso de paternidad

No fomenta los vínculos entre el recién nacido y su padre al poder cogerse en un periodo de 12 años

Unión Europea: El 'truco' de los cuatro meses del permiso de paternidad
Paternidad, maternidad, embarazo y familia. PD

María Pazos: "Europa ofrece continuar manteniendo a las mujeres en casa y a los hombres alejados de la familia"

«Europa ofrece continuar manteniendo a las mujeres en casa y a los hombres alejados de la familia».

Así de tajante se pronuncia María Pazos, coportavoz de la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (Ppiina), sobre la propuesta de la Comisión Europea (CE) de conceder un permiso de cuatro meses para cada progenitor tras el nacimiento o adopción de un bebé.

Pazos califica esta iniciativa de «truco» para dar «apariencia de igualdad». Una de las razones fundamentales para hacer esta valoración es el periodo de 12 años durante el cual se podría disponer del permiso.

«La experiencia nos dice que el padre se lo va a tomar en días sueltos a lo largo de ese tiempo porque, además, tiene la última palabra para disfrutar de ese permiso».

Reseña ‘El Mundo’ que, en cambio, María Teresa López, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Políticas de Familia, la considera «útil» siempre y cuando se contemple como un permiso «destinado a solucionar los problemas extraordinarios que le puedan ocurrir al niño» a lo largo de ese tiempo.

Sin embargo, no duda en calificarlo de «chapuza» si está enfocado a ser una ampliación «en cubierto» del permiso de maternidad.

A juicio de la Ppiina, otra de las carencias de la propuesta de la CE es que equipara la retribución del permiso al mismo nivel que la baja por enfermedad (el 75% en España).

«Las mujeres sí lo van a coger en su totalidad después del parto», pero no los hombres, «a menos que se llegue al 80% de la paga, porque están educados para ser económicamente independientes».

La coportavoz defiende que con esta iniciativa se intenta que «los padres no cambien su rol y no se queden al cuidado del bebé», lo que favorecerá que «las madres se ausenten durante mucho más tiempo del mercado laboral, perjudicándolas a la hora de la contratación y promoción en puestos clave».

Desde la Ppiina piden que, además de estar pagado al 100%, este permiso sea obligatorio disfrutarlo durante el primer año de vida del bebé. «Es durante ese tiempo cuando el padre y la madre forjan el vínculo afectivo con el bebé», afirma Pazos.

Una visión que comparte Teresa López:

«El primer año de vida del recién nacido es clave para forjar unos vínculos fuertes y estables con los progenitores, algo que le será beneficioso para su formación posterior».

Unas palabras que corrobora Patricia Díaz Seoane, experta en Terapia de la Conducta Infanto-juvenil y Familiar: «Los primeros ocho meses de vida del niño son básicos para establecer unos lazos afectivos fuertes con los padres».

Seoane califica la propuesta de la CE como «un paso muy importante», siempre y cuando el permiso sea sinónimo para los padres de pasar mayor «tiempo de calidad» con su bebé.

Respecto a cuándo disponer de esos cuatro meses, la psicóloga subraya que lo «ideal» sería que ese permiso se cogiera «durante los primeros 24 meses de vida del bebé» para favorecer «el desarrollo del niño, potenciar su sociabilidad y fomentar que adquiera mayor autonomía y seguridad».

En caso contrario, «cuanto más se dilate en el tiempo, menos sentido tendrá para crear ese vínculo y estimular al bebé».

Los objetivos de Bruselas

La propuesta de la CE busca incentivar a los hombres para que «cojan permisos de paternidad y asuman responsabilidad en el cuidado [de los hijos]». Todo ello para «aumentar la participación de la mujer en el mercado de trabajo». Hasta el momento, lo cierto es que cada país tiene su particular legislación, que dista de las últimas recomendaciones europeas.

Paz Gil vive en Neuchâtel (Suiza) y reconoce que el país helvético, que no forma parte de la UE, no es el mejor ejemplo de igualdad entre los progenitores:

«El permiso de paternidad es de un máximo tres días».

Es un contraste claro con las cuatro semanas de España, las dos semanas de nuestros vecinos Francia y Portugal o las 13 semanas de Italia.

En cambio, Suiza sí cumple la norma dictada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y concede 14 semanas a la madre. «Se pueden ampliar dos semanas más, pero sin cobrar el salario», relata Gil. Y añade: «Como contrapartida, la madre puede solicitar la reducción de su jornada laboral durante un período que puede llegar hasta que el niño comience el colegio».

Francia, como ejemplo más cercano, también contempla medidas similares, con el añadido de que en el país galo la madre puede solicitar la excedencia hasta que el niño cumpla los tres años y, tras ella, la empresa está obligada por ley a reincorporarla al mismo puesto.

España permite que cualquiera de los progenitores pueda solicitar la reducción de jornada hasta que el hijo cumpla los 12 años. Por el contrario, las ayudas económicas en nuestro país no son universales.

Teresa López sostiene que las prestaciones en España «están enfocadas a la lucha contra la pobreza», a juzgar por el techo de 11.576 euros anuales que no se pueden exceder para solicitar la ayuda. «Fundamentalmente hay dos tipos de ayuda», explica López, una «regular de 291 euros al año hasta que el niño cumpla los 18 años», a lo que hay que sumar «una serie de prestaciones de pago único, como por ejemplo 1.000 euros por nacimiento para las familias que no superen ese umbral, o 1.200 euros de descuento en el IRPF para mujeres trabajadoras que tengan un hijo menor de tres años a su cargo».

Evitar el presencialismo

López pide que «el sector público incentive a las empresas mediante políticas activas a favor de los trabajadores, con la concentración de horarios o el trabajo desde casa. La tecnología tiene un potencial que no se está aprovechando, hay que cambiar la cultura del presencialismo».

Uno de los aspectos que valora Paz Gil son las ayudas económicas que existen en Suiza: «Hay un cheque bebé de unos 1.500 francos, el equivalente de 1.400 euros». A esa ayuda hay que añadir «una cantidad fija mensual, que ronda el equivalente de 308 euros, desde el primer mes de vida del bebé hasta que cumple los 25 años».

Para López, este tipo de prestaciones son un incentivo que debe manejarse con prudencia por parte de los Gobiernos. «Lo prioritario es que las familias puedan compaginar su vida laboral con la familiar», destaca, y subraya que «conciliar es acoplar los horarios, no someter a los hijos al ritmo de los padres».

Por encima de todo, «los hijos tienen derecho a compartir el tiempo con sus padres y los padres tienen el derecho a disfrutar de tiempo de ocio con sus hijos».

Uno de los países que más en serio parece tomarse estas cuestiones es Luxemburgo. Diego Trinciarelli, que vive allí desde hace un año, no duda en calificar su sistema como «uno de los mejores del mundo».

La madre puede disfrutar de ocho semanas de baja antes y después del parto y, algunas empresas, como en la que trabaja Diego, concede seis semanas extra pagadas para ambos progenitores. Si el refranero español dice que «los niños vienen con un pan debajo del brazo», en el caso luxemburgués está muy cercano a ser cierto.

«Desde el primer mes de nacimiento, el Gobierno concede al bebé una cantidad de 265 euros al mes hasta cumplir 18 años, ampliables hasta los 25 en caso de seguir estudiando (aunque no para los universitarios)», destaca Trinciarelli.

La natalidad también parece ser una cuestión de Estado en Dinamarca. En 2014, una campaña publicitaria bajo el lema «¡Hazlo por Dinamarca!» revolucionó las redes sociales. El spot de la agencia de viajes Spies animaba a las parejas a hacer coincidir las vacaciones con el periodo de ovulación de las mujeres.

El mensaje tenía su explicación: el 10% de los daneses eran concebidos durante este período.

52 semanas

«En Dinamarca, como en el resto de Europa, se ha retrasado mucho la edad media del primer embarazo, con los riesgos que ello conlleva».

El que habla es Heito García Lantarón, arquitecto y residente en Copenhague desde 2013, cuando llegó para finalizar su tesis doctoral. Ha tenido un hijo hace escasas fechas y ve en el país nórdico un lugar con grandes facilidades para tener hijos.

«La baja por niño en Dinamarca asciende a 52 semanas, de las cuales la madre tiene derecho a cuatro semanas antes del parto y a 14 tras él», mientras que al padre se le conceden dos semanas tras el nacimiento del bebé. Respecto a las 32 semanas restantes, «se las pueden repartir entre ambos cónyuges antes de que el recién nacido cumpla los seis años. Es lo que ellos denominan flexibilidad en la baja», explica García.

El Gobierno danés también concede ayudas económicas universales por hijo, aunque son levemente inferiores para las familias que ingresen más de 700.000 coronas al año (94.000 euros).

«Las familias por debajo de ese umbral perciben cantidades equivalentes a 200 euros al mes durante los dos primeros años de vida del bebé y, desde entonces hasta la mayoría de edad, entre 125 y 160 euros mensuales.

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