La creación de empresas en nuestro país ha descendido en el mes de septiembre un 27 por ciento con respecto a las mismas fechas del año anterior
De acuerdo con lo previsto, el Congreso de los Diputados aprobó ayer el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010, con el voto favorable -además del Grupo Socialista- de algunos grupos menores de la Cámara.
Pase lo que pase en el Senado, Zapatero tiene garantizada la aprobación de las cuentas públicas, a pesar de que nadie confía seriamente en que sean útiles y eficaces para contribuir a la salida de la crisis.
La vicepresidenta Elena Salgado fue derrotada de forma contundente por Mariano Rajoy en el debate inicial de la tramitación parlamentaria y ni siquiera los partidos que han dado su voto al proyecto de ley han renunciado a criticarlo como merece.
Resulta paradójico, sin duda, que los nacionalistas vascos expresen sin reparos sus objeciones y, al mismo tiempo, voten a favor con el argumento de que han logrado el «blindaje» del concierto económico y otros beneficios concretos para el País Vasco.
Lo mismo ocurre respecto de Coalición Canaria, fácil de convencer, según lo visto, a cambio de algunas inversiones adicionales en las islas.
Otros votos proceden de los guiños del PSOE a la izquierda en cuestiones de imagen y no de contenido, como la tributación de los deportistas extranjeros.
Los propios portavoces socialistas han mostrado un entusiasmo muy limitado a la hora de impulsar un texto que está lejos de ser lo que la economía española necesita a día de hoy.
La subida de impuestos a las clases medias y la falta de un auténtico plan de austeridad para combatir el déficit público son aspectos muy negativos que difícilmente pueden ser compensados con gestos de cara a la galería, muy al gusto de un Ejecutivo que funciona a base de ocurrencias para salir del paso.
El caso es que el proyecto ha resultado aprobado gracias a determinadas concesiones, algunas muy discutibles, y que el Grupo Socialista respira con alivio, puesto que llegó a temer seriamente que prosperaran las enmiendas a la totalidad o que no hubiera mayoría suficiente para la aprobación en el Pleno.
Mientras el Gobierno sigue ocupado en «maquillar» la gravedad de la crisis a través de maniobras partidistas, la realidad se impone de acuerdo con los datos irrefutables.
Todos los días hay alguno nuevo. Este miércoles, por ejemplo, se conoció que la creación de empresas en nuestro país ha descendido en el mes de septiembre un 27 por ciento con respecto a las mismas fechas del año anterior, situándose en límites que obligan a remontarse a mucho tiempo atrás.
Es un dato muy significativo, fiel reflejo de la desconfianza de la sociedad española respecto de las medidas que puede adoptar un Ejecutivo superado por las circunstancias.
En estas condiciones, nadie quiere asumir riesgos y todo se traduce en aliviar la situación de determinados colectivos a base de prestaciones coyunturales que sólo sirven para poner un parche y no para actuar sobre las causas del problema.
Zapatero ha conseguido sacar adelante los peores presupuestos desde hace mucho tiempo, pero no ha logrado convencer a nadie, ni siquiera a quienes prestan su voto a cambio de ventajas coyunturales y a pesar de que el texto tampoco les gusta.
Al final, sale perdiendo la economía española, porque nadie consigue ver una luz al final del túnel.