En un contexto de falta de fondos, la banca y las cajas no podrán seguir refinanciando a sus "grandes deudores" lo que acelerará la bancarrota de muchas compañías
Como era previsible, el Banco Central Europeo ha anunciado el principio del fin de las medidas extraordinarias de liquidez a las entidades financieras de la Eurozona.
Hasta ahora han tenido «barra libre» para obtener fondos en el instituto emisor a un precio muy bajo y en cantidades prácticamente ilimitadas.
Para que se den cuenta de la dimensión de la inyección de recursos realizado a la banca y, sobre todo, a las cajas españolas el saldo vivo de las ayudas del BCE se cifra en unos 85.000 millones de euros, un 8 por 100 del PIB.
Aunque estaba cantada, la decisión de los banqueros de Frankfurt tiene graves implicaciones para la economía y para el sistema financiero española.
Tras el hundimiento del mercado interbancario nacional y europeo, el mecanismo a través del cual los bancos se prestan entre sí, las entidades crediticias españolas han obtenido el grueso de su financiación del BCE.
Esto les ha permitido refinanciar a sus grandes deudores (promotoras, constructores, inmobiliarias) y también absorber casi la mitad de todas las viviendas sin vender que había en el mercado.
A partir de ahora, las entidades financieras nacionales van a tener dificultades extraordinarias para obtener recursos.
Por un lado es dudoso que los mercados financieros internacionales estén dispuestos a prestar a unas instituciones que no se han saneado, que están sometidas a un aumento de la morosidad de las familias y de las empresas crecientes y a una economía que no presenta signo alguno de recuperación que además presenta un endeudamiento del sector público imparable.
Quienes estén dispuestos a hacerlo exigirán que se les pague una prima de riesgo elevada lo que implica tipos de interés más altos aunque el BCE no suba sus tipos oficiales de intervención.
Esto significa que habrá menos crédito todavía y que éste será más caro. El resultado es demoledor para unas familias y empresas muy endeudadas que reducirán aun más su consumo y su inversión, agudizando la caída de la actividad económica.
En un contexto de falta de fondos, la banca y las cajas no podrán seguir refinanciando a sus «grandes deudores» lo que acelerará la bancarrota de muchas compañías.
Al mismo tiempo, tampoco podrán mantener en su balance el descomunal volumen de pisos que tienen en cartera. Tendrán que sacarlos al mercado, lo que producirá una caída muy fuerte del precio de la vivienda.
Esto, a su vez, deteriorará los márgenes de solvencia de las entidades financieras y pondrá a muchas de ellas al borde de la quiebra.
Se ha desaprovechado un tiempo precioso para limpiar los balances de los bancos y cajas y ahora desaparece el colchón financiero del BCE para hacerlo de manera ordenada.
El problema mayor es el de las cajas de ahorro. En ellas se concentra el grueso de los potenciales créditos fallidos.
Al carecer de propietario, al no tener accionistas no pueden acudir al mercado para ampliar capital, lo que pondrá a muchas de ellas en situación de insolvencia y en la necesidad de acudir al FROB en busca de recursos.
De este modo se pondrá en marcha una crisis del sistema financiero que, como sucedió con la económica, no se ha afrontado a tiempo. Malos tiempos, muy malos.