Los altos sueldos no se justifican desde el punto de vista del valor generado
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Titula con tino y buen cristerio David Fernández en ‘El País’ que son «Una casta a prueba de crisis«.
Y lo explica:
Adam Smith, el teórico de cabecera del liberalismo económico, trató de responder hace más de 200 años a la pregunta de cuándo se puede considerar rica a una persona.
En su opinión, un individuo era rico o pobre de acuerdo con la cantidad de mano de obra que podía contratar.
Si se sigue al pie de la letra la definición del autor de La riqueza de las naciones, muchos de los directivos de las grandes compañías españolas son auténticas pymes en potencia, puesto que con su retribución se podrían pagar decenas, si no cientos, de sueldos anuales de trabajadores de su misma empresa.
En un país próximo a los seis millones de desempleados el sufrimiento va por barrios. Hay una casta privilegiada que permanece inmune a las dificultades.
La crisis ha agrandado la brecha salarial entre los directivos y los empleados. El ejercicio 2007 fue el último de bonanza económica.
Ese año, los consejeros ejecutivos y los miembros de la alta dirección de las empresas del Ibex 35 que hoy en día permanecen en el índice cobraban de media 873.666 euros, mientras que el gasto medio por empleado era de 37.122 euros.
Es decir, había una brecha salarial de 23,53 veces. En 2011, la desigualdad se amplió hasta las 24,68 veces: la élite directiva de esas mismas compañías -534 personas- recibió una compensación media de 1,07 millones de euros, y el gasto medio por trabajador fue de 43.353 euros.
En esos cuatro años, por tanto, el crecimiento de la brecha salarial fue del 4,8%. Hay quien pueda pensar que es un aumento modesto.
Sin embargo, la comparativa queda distorsionada por las indemnizaciones multimillonarias que cobraron algunos directivos en 2007 (Manuel Pizarro, Victoriano Muñoz, Peter Erskine, Antonio González-Adalid o Xavier de Irala, entre otros) y que en total sumaron más de 37 millones de euros.
El incremento en la desproporción de las nóminas no ha sido algo concentrado en un puñado de compañías; se trata de una tendencia generalizada entre los grandes conglomerados empresariales del país.
NOTA.- leer artículo completo en ‘El País’