Un mazazo que ha pillado por sorpresa al Gobierno Sánchez, liado en hacerse fotos, montar vídeos y dorar la píldora a golpiestas catalanes y proetarras vascos.
La multinacional Alcoa se propone cerrar sus plantas de fabricación de aluminio primario ubicadas en La Coruña y Avilés.
Cerca de 700 trabajadores perderán su empleo si se consuma el anuncio de la empresa. Me gustaría creer que la presión de trabajadores, Gobierno de España y gobiernos autonómicos de Galicia y Asturias pueden revertir la decisión de la compañía.
Pero analizo los motivos alegados por Alcoa, trato de interpretar lo que insinúa entre líneas su comunicado, y me invade el pesimismo. El cierre, anunciado de sopetón y sin previo aviso a trabajadores y Gobierno, parece inevitable. Ojalá me equivoque.
Repasemos las razones esgrimidas por la multinacional. Primero, los factores externos, especialmente la sobreproducción china. Cierto.
Hace solo unos días, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, acusó a China de inundar el mercado mundial de acero y aluminio barato. El país asiático produce ya la mitad del aluminio del planeta. Pero poco pueden hacer Santiago o Madrid al respecto.
Segundo, el elevado precio de la energía eléctrica, que supone hasta un 40 % del coste de la producción de alúmina y aluminio. Instantes después puntualizaba una fuente de Alcoa que «el precio de la energía ya no es el principal problema».
Oportuna aclaración, habida cuenta de que Alcoa recibió unos mil millones de euros para rebajar su factura eléctrica en la última década. Hoy abona cuatro céntimos por kilovatio/hora, cinco menos que el resto de la industria y seis veces menos que los 23 que pagan los hogares.
Tercero, el elevado precio alcanzado por la alúmina. Lo que no dice Alcoa es la procedencia de esa materia prima: la fabrica el grupo en su complejo de San Cibrao, en el norte de Lugo.
Las plantas de La Coruña y Avilés la pagan a precio de mercado: en consecuencia, lo que pierde en la fabricación de aluminio lo compensa con creces con los suculentos beneficios obtenidos en Lugo, donde Alcoa gana más que nunca. De ahí la extrañeza expresada por la ministra del ramo: la compañía sigue presentando beneficios.
Cuarto, baja eficiencia de la tecnología y elevados costes fijos en las plantas abocadas al cierre. Causa causada: en los últimos cuatro años, la compañía no ha realizado inversiones en Avilés y La Coruña. Y ahora alega «deficiencias estructurales» y obsolescencia de esas dos plantas para cerrarlas. Es decir, el cierre anunciado se estuvo preparando desde que, en el año 2014, Alcoa ya amagó con el cierre y la venta de sus instalaciones en La Coruña y Avilés.
«Algo no cuadra», dijo la ministra Teresa Ribera al enterarse del anuncio.
Y escribe al respecto Fernando Salgado en La Voz de Galicia este 18 de octubre de 2018:
A mí, aunque sea de forma meramente intuitiva, sí me cuadra. Alcoa no se va de España: sospecho que pretende centralizar su producción de alúmina y de aluminio primario en San Cibrao. Maximizar beneficios, así se llama. ¿Y los trabajadores que quedan en la cuneta? Eso, queridos amigos, importa poco en el contexto de la economía global. Y reitero una vez más: ojalá mi análisis esté errado de pe a pa.