LAS ENSEÑANZAS DEL REY DESNUDO

Management: ‘Los Músicos de Bremen’

UN RELATO SOBRE LOS EQUIPOS DE ALTO RENDIMIENTO

Management: 'Los Músicos de Bremen'

A pesar de que en la primera versión del Cuento de los Músicos de Bremen ni siquiera se nombraba  a la ciudad, en la versión actual la ciudad de Bremen es esencial.

Es la ciudad a la que se dirigen los héroes de la historia de los hermanos Grimm, una villa real fundada en el año 787, miembro de la Liga de Hansa que dominó el comercio del norte y los mares Bálticos entre los siglos XII a XVI.

Curiosamente, el cuento habla de la opción de ser músicos como la última alternativa posible, cuando los personajes ya no servían para ningún otro trabajo.

Esto es reflejo de la opinión negativa de la época acerca de la cultura musical, muy importante en la Bremen de la época. (A pesar de todo los músicos de los hermanos Grimm son hoy el emblema de la ciudad).

El último dato interesante en relación a esta historia es la cita de la misma, «en cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte» que se ha hecho famosa (aparece en la obra, El Capitán de Köpenick de Carlo Zuckmayer) que significa que de cualquier aprieto se pueden sacar fuerzas para empezar de nuevo.

Un mensaje muy poderoso para los directivos de las organizaciones actuales.

Una vez más intentaremos extraer de este texto, en apariencia dirigido al público infantil, cuantas enseñanzas podamos relacionadas con el mundo de la empresa.

En esta ocasión, creo que el cuento es magnífico para ilustrar los principios fundamentales del trabajo en equipo en la organizaciones.

Veamos…

EL CUENTO DE LOS MÚSICOS DE BREMEN

Un hombre tenía un burro que durante largos años había estado llevando sin descanso los sacos al molino, pero cuyas fuerzas se iban agotando, de tal manera que cada día se iba haciendo menos apto para el trabajo.

Entonces el amo pensó en deshacerse de él, pero el burro se dio cuenta de que los vientos que soplaban por allí no le eran nada favorables, por lo que se escapó, dirigiéndose hacia la ciudad de Bremen.

Allí, pensaba, podría ganarse la vida como músico callejero.

Después de recorrer un trecho, se encontró con un perro de caza que estaba tumbado en medio del camino y que jadeaba como si estuviese cansado de correr.

—¿Por qué jadeas de esa manera, cazadorcillo? —preguntó el burro.

—¡Ay de mí! —dijo el perro—, porque soy viejo y cada día estoy más débil y, como tampoco sirvo ya para ir de caza, mi amo ha querido matarme a palos; por eso decidí darme el bote. Pero ¿cómo voy a ganarme ahora el pan?

—¿Sabes una cosa? —le dijo el burro—, yo voy a Bremen porque quiero hacerme músico. Vente conmigo y haz lo mismo que yo; formaremos un buen dúo: yo tocaré el laúd y tú puedes tocar los timbales.

Al perro le gustó la idea y juntos continuaron el camino.

No habían andado mucho cuando se encontraron con un gato que estaba tumbado al lado del camino con cara avinagrada.

—Hola, ¿qué es lo que te pasa, viejo atusa bigotes? —preguntó el burro.

—¿Quién puede estar contento cuando se está con el agua al cuello? —contestó el gato—. Como voy haciéndome viejo y mis dientes ya no cortan como antes, me gusta más estar detrás de la estufa ronroneando que cazar ratones; por eso mi ama ha querido ahogarme. He conseguido es- capar, pero me va a resultar difícil salir adelante. ¿Adónde iré?

—Ven con nosotros a Bremen, tú sabes mucho de música nocturna y puedes dedicarte a la música callejera.

Al gato le pareció bien y se fue con ellos. Después los tres fugitivos pasaron por delante de una granja; sobre el portón de entrada estaba el gallo y cantaba con todas sus fuerzas.

—Tus gritos le perforan a uno los tímpanos —dijo el burro—, ¿qué te pasa?

—Estoy pronosticando buen tiempo —dijo el gallo—, porque hoy es el día de Nuestra Señora, cuando lavó las camisitas del Niño Jesús y las puso a secar. Pero como mañana es domingo y vienen invitados, el ama, que no tiene compasión, ha dicho a la cocinera que me quiere comer en la sopa. Y tengo que dejar que esta noche me corten la cabeza. Por eso aprovecho para gritar hasta desgañitarme mientras pueda.

—Pero ¡qué dices!, cabeza roja —dijo el burro—; mejor será que te vengas con nosotros a Bremen. En cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte. Tú tienes buena voz y si vienes con nosotros para hacer música seguro que el resultado será sorprendente.

Al gallo le gustó la proposición y los cuatro siguieron el camino juntos.

Pero Bremen estaba lejos y no podían hacer el viaje en un solo día.

Por la noche llegaron a un bosque en el que decidieron quedarse hasta el día siguiente.

El burro y el perro se tumbaron bajo un gran árbol, mientras que el gato y el gallo se colocaron en las ramas.

El gallo voló hasta lo más alto, porque aquel era el sitio donde se encontraba más seguro.

Antes de echarse a dormir, el gallo miró hacia los cuatro puntos cardinales y le pareció ver una lucecita que brillaba a lo lejos. Entonces gritó a sus compañeros que debía de haber una casa muy cerca de donde se encontraban. Y el burro dijo:

—Levantémonos y vayamos hacia allá, pues no estamos en muy buena posada.

El perro opinó que un par de huesos con algo de carne no le vendrían nada mal.

Así que se pusieron en camino hacia el lugar de donde venía la luz.

Pronto la vieron brillar con más claridad, y poco a poco se fue haciendo cada vez más gran- de, hasta que al fin llegaron ante una guarida de ladrones muy bien iluminada.

El burro, que era  el más grande, se acercó a la ventana y miró el interior.

—¿Qué ves, jamelgo gris? —preguntó el gallo.

—¿Que qué veo? —contestó el burro—, pues una mesa puesta con buena comida y mejor bebida, y a unos ladrones sentados a su alrededor que se dan la gran vida.

—Eso no nos vendría mal a nosotros —dijo el gallo.

—Sí, sí, ¡ojalá estuviéramos ahí dentro! —dijo el burro.

Entonces los animales se pusieron a deliberar sobre el modo de hacer salir a los ladrones, y al fin hallaron un medio para conseguirlo.

El burro tendría que alzar sus patas delante- ras hasta el alféizar de la ventana; luego el perro saltaría sobre el lomo del burro; el gato treparía sobre el perro, y por último el gallo volaría hasta ponerse en la cabeza del gato.

Una vez hecho esto, y a una señal convenida, empezaron los cuatro juntos a cantar.

El burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cantaba.

Luego se arrojaron por la ventana al interior de la habitación rompiendo los cristales con gran estruendo.

Al oír tan tremenda algarabía, los ladrones se sobresaltaron y, creyendo que se trataba de un fantasma, huyeron despavoridos hacia el bosque.

Entonces los cuatro compañeros se sentaron a la mesa, dándose por satisfechos con lo que les habían dejado los ladrones y comieron como si tu- vieran hambre muy atrasada.

Cuando acabaron de comer, los cuatro músicos apagaron la luz y se dedicaron a buscar un rincón para dormir, cada uno según su costumbre y su gusto.

El burro se tendió sobre el estiércol; el perro se echó detrás de la puerta; el gato se acurrucó sobre la cocina, junto a las calientes cenizas, y el gallo se colocó en la viga más alta.

Y, como estaban cansados por el largo camino, se durmieron enseguida.

Pasada la medianoche, cuando los ladrones vieron desde lejos que en la casa no brillaba ninguna luz y todo parecía estar tranquilo, dijo el cabecilla:

—No deberíamos habernos dejado intimidar —y ordenó a uno de  los ladrones que entrara en la casa y la inspeccionara.

El enviado lo encontró todo tranquilo. Fue a la cocina para encender una luz y, como los ojos del gato centelleaban como dos ascuas, le parecieron brasas y les acercó una cerilla para encenderla.

Mas el gato, que no era amigo de bromas, le saltó a la cara, le escupió y le arañó.

Entonces el ladrón, aterrorizado, echó a correr y quiso salir por la puerta trasera. Pero el perro, que estaba tumbado allí, dio un salto y le mordió la pierna.

Y cuando el ladrón pasó junto al estiércol al atravesar el patio, el burro le dio una buena coz con las patas traseras.

Y el gallo, al que el ruido le había espabilado, gritó desde su viga:

—¡Kikirikí!

Entonces el ladrón echó a correr con todas sus fuerzas hasta llegar adonde estaba el cabecilla de la banda. Y le dijo:

-¡Ay! En la casa se encuentra una bruja horrible que me ha echado el aliento y con sus largos dedos me ha arañado la cara. En la puerta está un hombre con un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. En el patio hay un monstruo negro que me ha golpeado con un garrote de madera. Y arriba, en el tejado, está sentado el juez, que gritaba: «¡Traedme aquí a ese tunante!». Entonces salí huyendo.

Desde ese momento los ladrones no se atrevieron a volver a la casa, pero los cuatro músicos de Bremen se encontraron tan a gusto en ella que no quisieron abandonarla nunca más.

Y el último que contó esta historia, todavía tiene la boca seca.

 LOS PERSONAJES

Este cuento tiene cuatro grandes personajes que son cuatro animales muy distintos:

  1. El burro. Es el personaje principal, un animal que por su avanzada edad cada día es menos apto para el trabajo. Sin embargo, llevado de su experiencia, se da cuenta «de que los vientos que soplaban por allí no le eran nada favorables» y no acepta su destino, por lo que decide atajar su problema abandonando la granja. Se marca un nuevo objetivo: convertirse en músico callejero en una alejada ciudad, Bremen. Es el líder que irá creando el equipo.
  2. El perro. El pobre perro había sido molido a palos por su dueño porque ya no valía para cazar. Cuando se lo encuentra el burro su problema es: «¿Qué haré para comer?» Está totalmente desmotivado y hundido. El burro, mostrando su liderazgo, le ofrece una alternativa: «Formaremos un buen dúo: yo tocaré el laúd y tú puedes tocar los timbales».
  3.  El gato. Se encuentra en la más triste situación después de que su ama intentara ahogarlo. Imagínese, peor que ser despedido de casa. «Me va a resultar difícil salir adelante. ¿Adónde iré?», se pregunta desconsolado. El burro lo incorpora al grupo, proponiéndole lo siguiente: «Tú sabes mucho de música nocturna y puedes dedicarte a la música callejera».
  4. El gallo. Canta para pronosticar el buen tiempo. Aunque él sigue haciendo su trabajo, su ama quiere servirlo a los invitados en la comida del domingo; «Y tengo que dejar que esta noche me corten la cabeza», exclama consternado y casi resignado. La oportuna intervención del burro lo rescata de un destino cruel: «Pero ¿qué dices?, cabeza roja», le dice animándolo y rechazando su pasividad, y añade: «Mejor será que te vengas con nosotros a Bremen. Tú tienes buena voz y si vienes con nosotros para hacer música, seguro que el resultado será sorprendente».

Así pues, todos juntos deciden caminar hacia la lejana ciudad.

En el bosque ven una luz y entran en acción como un auténtico equipo de trabajo.

  • Los ladrones. Constituyen en la historia un personaje secundario aunque importante, pues tienen lo que los otros desean, la granja que ocupan, y luchan con sus mejores armas para defenderla.

ENSEÑANZAS DE MANAGEMENT

Permítame lector animarle por última vez a releer este cuento desde el punto de vista del management.

Esta historia de superación representada por estos cuatro simpáticos animales es un muy buen resumen de lo que en gestión conocemos como «equipos de alto rendimiento». Sigamos su historia…

Mi primera reflexión es que las figuras de los animales representados en el cuento son muy habituales, «gente corriente», es decir, no son animales a los que generalmente asociamos ideas como la inteligencia, la elegancia o la sagacidad (aquí no hay zorros, ni callos). Son animales de poco encanto, quizás. El líder, por ejemplo, es un burro, animal al que (probablemente sin razón) atribuimos características poco brillantes (tozudez, torpeza, etc.)

Los miembros de este equipo que consiguen resultados brillantes son pues muy normales; buena noticia para todos nosotros.

En la empresa, para formar un gran equipo no hace falta gente muy brillante, sino gente normal con el fuerte deseo de trabajar como un equipo cohesionado.

De inicio todos comparten la situación de partida: el problema a resolver; una situación personal, digamos que peligrosa para su propia integridad y ante la cual no se resignan.

El problema que tratan de resolver es aceptado por todos pese a los posibles riesgos o incomodidades personales que ello suponga.

El líder (nuestro amigo el burro) va uniendo a los demás alrededor de un objetivo «difícil» pero atractivo, un nuevo rumbo en sus vidas llegar a una lejana ciudad y convertirse en músicos callejeros.

Todos van aceptando el reto: un propósito común, un objetivo como equipo.

Dicho objetivo se persigue con fuerza, pero de un modo flexible.

En la historia, los personajes cambian la lejana ciudad de Bremen por habitar la granja que recuperan de los ladrones.

Su auténtico propósito, la supervivencia y unas buenas condiciones de vida, también se alcanza de este nuevo modo.

Esta es una muy interesante enseñanza para nosotros: la tenacidad al perseguir el objetivo, combinada con la flexibilidad que las circunstancias pueden reque- rir, es una receta infalible de éxito.

Esto es muy aplicable al entorno de nuestras empresas en el que, sin perder de vista el gran objetivo final —me refiero a la rentabilidad—, con frecuencia nos vemos obligados a conseguirlo de maneras que no teníamos previstas.

El grupo, confrontado al problema de la granja ocupada por los ladrones, delibera abiertamente como un equipo.

Acuerdan un detallado y coordinado plan de acción. El líder no impone su plan de actuación, sino que lo acuerdan entre todos.

A veces el liderazgo colectivo funciona también en la vida real.

Cada miembro ofrece su mejor saber y su compro- miso de actuación conjunta. De este modo, entre los cuatro crean la imagen de un «fantasma» que atemoriza a los ladrones.

Este trabajo conjunto, de equipo, les permite alcanzar objetivos que de modo individual les sería imposible conseguir: echar a los ladrones en primer lugar y defender su posición de estos.

Los ladrones representan a nuestros competidores; tienen la posición en el mercado que nosotros desearímos alcanzar. Se defienden y contraatacan.

Si queremos ganar su posición de modo permanente debemos actuar rápida y eficazmente como un gran equipo con ideas y planes claros.

Nuestros cuatro amigos no son un grupo de traba- jo en el sentido en el que los vemos habitualmente en nuestras empresas; un grupo de gente que persigue un objetivo pero en el que cada uno se siente responsable de su parcela respectiva. En ese caso no habría siner- gias colectivas sino solo aportaciones individuales.

En nuestra historia han llegado a formar un auténtico equipo de alto rendimiento. Lo definimos como un conjunto de personas con competencias complementarias, comprometidos con un propósito y objetivos co- munes, y que comparte un enfoque de trabajo común con un sentimiento mutuo de responsabilidad.

Su modo de trabajar difiere del de los grupos normales de trabajo, ya que a la contribución individual suman la del apoyo de unos a otros, aunque sea saliendo de su estricto campo de actuación. Este hecho es el que les permite obtener resultados extraordinarios.

Recuerde la actuación de nuestros amables personajes como equipo: «Mas el gato, que no era amigo de bromas, le saltó a la cara, le escupió y le arañó. Entonces el ladrón, aterrorizado, echó a correr y quiso salir por la puerta trasera. Pero el perro, que estaba tumba- do allí, dio un salto y le mordió la pierna. Y cuando el ladrón pasó junto al estiércol al atravesar el patio, el burro le dio una buena coz con las patas traseras. Y el gallo, al que el ruido había espabilado, gritó desde su viga: ‘¡Kikirikí!’»

Cooperación y conjunción perfectas en sus acciones; cada animal aporta su especialidad.

De ese modo llegan a crear la imagen de «una horrible bruja», algo que de modo individual sería simplemente imposible de alcanzar para cada uno de ellos.

Las características que hacen que un equipo funcione como un equipo de alto rendimiento, las podemos resumir así:

  1. Existe una clara misión que es aceptada por to- dos,
  2. Apoyo mutuo por parte de todos los miembros,
  3. Cada uno tiene un rol que cumplir pero todos ellos son importantes,
  4. Cada miembro del equipo es competente en su materia,
  5.  Mentalidad ganadora: «pasaremos por encima de cualquier obstáculo y ganaremos».

El propósito es aceptado y comprendido por todos; cada miembro entiende su contribución e impacto en el resultado esperado.

No se puede quedar ningún rol sin cubrir, porque de hacerse así el fracaso estaría asegurado; todos los roles son importantes.

La mentalidad es «este partido lo vamos a ganar» y para ello haremos lo que sea preciso; no hay obstáculos insalvables para el equipo.

Ahora dígame, en las empresas hoy en día, ¿cuántos grandes objetivos se pueden conseguir exclusiva- mente de modo individual?

Creo que si son auténticos retos necesitan de la conjunción de muchas personas.

La capacidad directiva de crear y mantener equipos de alto rendimiento aparece como una ventaja competitiva en aquellas que lo consiguen.

Ello requiere en nuestras empresas de una cultura de trabajo en equipo y de liderazgo que permita alcanzar el más alto rendimiento de las personas que trabajan conjuntamente.

Aunque normalmente decimos que el español es individualista, la creciente complejidad del entorno empresarial hace imprescindible la aportación del talento de todos.

Nuestra tarea directiva es dirigir esa transición hacia el espíritu de formar parte de un equipo.

Tener una fuerte cultura de trabajo en equipo aparece hoy en día como un prerequisito del éxito en la gestión empresarial.

 PLAN DE MEJORA PERSONAL

La primera reflexión que le sugiero es la siguiente: Piense, en su entorno de trabajo, ¿actúan grupos de trabajo o equipos de alto rendimiento?

Tenga siempre presente que si necesita resultados extraordinarios no lo podrá conseguir sin equipos de alto rendimiento.

El camino para ello es este:

  •  Desarrollar en su empresa una auténtica cultura de trabajo en equipo. ¿Se valora y promociona el mismo o más bien, cada uno está en su «reino de taifas?» Recuerde que los reinos de taifas hicieron desaparecer el antiguo reino de Granada.
  • El equipo se construye compartiendo y conviviendo con los demás. Celebre en equipo cada éxito, aunque sea pequeño. Introduzca alegría y diversión en el grupo.
  • Acuerde con el equipo un propósito claro y aceptado por todos sus miembros (no caben los intereses personales). Un propósito que sea ilusionante, a ser posible.
  • Establezca roles claros; que cada miembro sepa lo que debe hacer y cómo impacta su actuación en el objetivo global.
  • Busque en los miembros del equipo competencias complementarias: un equipo no puede ganar solo con delanteros. Impulse la diversidad.
  •  Garantice un sistema de comunicación abierta, tal y como decíamos en otra historia de este li- bro.
  • Y oriéntese siempre a conseguir el resultado; no gaste tiempo en buscar excusas sino enfóquese en cómo saltar los obstáculos.

Ahora le propongo que realice un plan de acción personal en el área de equipos de alto rendimiento:

  1.  Identifique dos áreas de mejora —relacionadas con el trabajo en equipo— en su entorno o en su grupo, que este cuento le haya sugerido.
  2. Para cada una de ellas, escriba dos acciones concretas o cambios de comportamiento a im- plantar desde mañana mismo.

Espero que estas reflexiones inspiradas por el bonito cuento de estos sencillos animales le animen a desarrollar en su organización un verdadero espíritu  de equipo de alto rendimiento y a trabajar en conjunto para mejorar sus propias condiciones y las de su orga- nización.

Y también confío en que este relato de los músicos de Bremen se quede en su memoria como recordatorio de lo que se puede conseguir con un trabajo de equipo bien entendido.

Y recuerde: los resultados extraordinarios —cómo cuatro sencillos animales consiguen derrotar a toda una banda de ladrones— solo se pueden lograr con el apoyo incondicional del equipo.

 

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