La primera economía mundial ha crecido en los últimos seis meses apenas un 0,8% en términos interanuales, un ritmo claramente insuficiente para crear empleo en EEUU
Hubo un momento, hace ahora un año, en que parecía que la pesadilla terminaba. Aunque lentamente y de forma desigual, las economías de los países desarrollados volvían a crecer, y las medidas de estímulo adoptadas con tanto esfuerzo por los Gobiernos para salir de la recesión comenzaban a dar sus frutos. ¿Recuerdan los brotes verdes?
Todo ello parece ahora un espejismo. Casi de repente, la economía mundial ha comenzado a dar de nuevo señales de extrema debilidad a ambos lados del Atlántico.
El enfermo ha recaído, y la esperada recuperación se aleja.
Más allá de las dudas sobre la solvencia de España e Italia y de las disputas sobre fiscalidad en el Congreso de EE UU, la cuestión más preocupante es la incapacidad de los países llamados ricos para crear empleo y volver a crecer.
Hace tan solo unas semanas a muchos le hubiera parecido una insensatez pronosticar una nueva recesión en Europa o en EEUU.
Ahora, hasta los más optimistas coinciden en que estamos en el peor momento desde 2008.