Ya está aquí si es que alguna vez se fue. La recesión acecha de nuevo a la economía española. Parece que puede ser mundial, aunque sobre esto hay más debate. Dicen que Zapatero está muy hecho polvo. El último informe de los técnicos de Economía es claro: España está ya o entrará en los próximos meses en una nueva recesión.
¡A buenas horas mangas verdes el presidente se deprime! Si hubiera hecho lo que tenía que hacer, otro gallo cantaría. Lo que no entiendo es en base a qué pensaba Zapatero que las cosas iban a suceder de otra manera.
Las reformas fundamentales siguen pendientes. La laboral, incompleta e inútil y la financiera, sin rematar. El crédito ha caído un 25%, el comercio está otra vez en cifras históricamente bajas, el paro sigue subiendo, el aumento del turismo no compensa la caída en otros sectores industriales y la confianza en nuestras posibilidades prácticamente no existe.
Roubini, el nobel que predijo la crisis, dice que España está al borde del precipicio con los pies colgando y Aznar, que estamos intervenidos de hecho. Y así es. No es opinable, son datos. Ni la Bolsa ni la prima de riesgo se relajan a pesar del cambio constitucional sobre el déficit. No estorba, pero no es suficiente.
Claro que un cambio político devolverá confianza, pero la tarea de reformas que hay que hacer en paralelo es impresionante. Hay que ajustar presupuestos y generar empleos y crecimiento. Vale ya de las demagogias del candidato socialista. Un impuesto sobre el patrimonio, aunque reformado, y una tasa a la banca no son más que humo para la parroquia.
Con esas medidas no vamos a ningún lado y parece que los ciudadanos lo entienden a tenor de los resultados de las últimas encuestas. Hay que trabajar y mucho y hacerlo en el sentido en que ya lo están haciendo algunas comunidades autónomas que ya estaban gobernadas por el PP o que lo están tras el 22 de mayo. Todavía lo vamos a pasar mal, pero tiene arreglo y está en nuestras manos.
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