Rajoy y Merkel mantuvieron este 17 de octubre de 2012 en Bucarest una entrevista de media hora
La prima de riesgo de la deuda española, que rondó los 600 no hace tantas semanas, amaneció este 18 de octubre de 2012 en 386, empujada por la idea, instalada en los mercados, de que el Gobierno Rajoy solicitará en breve una línea de crédito preventiva, lo que se ha dado en llamarse un rescate suave.
Afirma E.C. en ‘El Economista’ que, en contra de lo que puedan pensar muchos inversores, la operación todavía dista de encontrarse en su recta final.
«El rescate -o como se le quiera llamar- tiene aún muchos obstáculos que superar; el primero de ellos, y más importante, es vencer de manera definitiva las reticencias de Angela Merkel», aseguraban fuentes de La Moncloa.
La canciller sigue siendo reacia a poner en marcha una operación de ayuda a nuestro país, debido al rechazo que la misma despierta en la opinión pública germana.
El proceso tendría que ser sometido a la aprobación del Bundestag y Merkel tiene mucho miedo al desgaste político que toda esta cuestión le puede producir de cara a las elecciones que tiene que afrontar en el año 2013.
«Y mientras se mantenga la actual tregua de los mercados no parece que los alemanes vayan a tomar ninguna decisión».
Con este escenario, Merkel y Rajoy se entrevistaron ayer durante media hora en Bucarest, donde ambos asistían a una reunión del Partido Popular Europeo.
Al término del encuentro, Rajoy señaló que el mismo había ido «bien, sin problemas», y no quiso dar más detalles.
El Gobierno español considera que el rescate tiene todavía demasiados flecos pendientes como para que se pueda decir que la solicitud vaya a ser inminente.
La utilización de una línea de crédito preventiva se considera mucho menos lesiva para los intereses españoles, en comparación con un rescate convencional, como los de Grecia, Irlanda y Portugal.
Los analistas, sin embargo, consideran que el instrumento que se utilice es irrelevante, que lo importante es que la puesta en marcha del proceso es tan sólo una vía para que el BCE intervenga de forma inmediata en el mercado secundario comprando deuda española, lo que rebajaría de forma considerable nuestra prima de riesgo y permitiría al Tesoro colocar sus emisiones con normalidad y a intereses más asequibles.
El Gobierno, sin embargo, ignora en qué términos intervendría el BCE: cuánta deuda compraría, durante cuánto tiempo y, lo que es más importante, en qué medida bajaría la prima de riesgo. Y hasta que no se aclaren estos puntos Rajoy no parece tomará una decisión.
¿Nuevas exigencias?
El Ejecutivo tampoco tiene claras las condiciones que acarrearía la solicitud de la ayuda. Desde numerosos frentes -FMI, Comisión Europea, París…- se ha apuntado que España está haciendo sus deberes y que no se le exigirán sacrificios adicionales.
«Pero una cosa son las declaraciones a los medios y otra muy diferente lo que se ponga en el MOU, el Memorando de Entendimiento», señalan fuentes cercanas al Gobierno.
«Llegado ese momento, te puedes encontrar cualquier exigencia que se te haga insoportable y si has pedido el rescate, ya no hay marcha atrás».
Desde el Ejecutivo se considera que lo máximo que se podría exigir en ese nuevo MOU es más rigor con el déficit y un mayor control sobre el programa de reformas que ya se ha comprometido con Bruselas, aunque los más pesimistas tampoco descartan que se nos reclame un recorte de las pensiones o, por lo menos, una revisión del sistema que garantice su sostenibilidad, que sería igual que bajarlas, pero diciéndolo de una manera más elegante.
«Todo esto hay que negociarlo y cerrarlo antes de dar ningún paso».
Merkel y Rajoy no son los únicos que tienen dudas. Bruselas, el BCE y el FMI están preocupados por las repercusiones que el rescate español podría tener para Italia, el otro eslabón débil de la cadena del euro.
De nada sirve cerrar el problema español si dentro de dos meses los mercados están otra vez en una montaña rusa, con Italia como protagonista.
Así que ahora todo el mundo presiona a Mario Monti para que pida también un rescate suave. Y éste, por supuesto, se niega.