El pasado mayo, mientras el euro se hundía en la crisis, el economista ganador de un Nobel Paul Krugman escribió una de sus columnas más sombrías sobre la moneda única, un artículo en The New York Times titulado "Apocalipsis bastante próximo"
El pasado mayo de 2012, mientras el euro se hundía en la crisis, el economista ganador de un Nobel Paul Krugman escribió una de sus columnas más sombrías sobre la moneda única, un artículo en The New York Times titulado «Apocalipsis bastante próximo»:
«De pronto, se ha vuelto fácil ver cómo el euro -ese gran, fallido experimento de unión monetaria sin unión política- podría deshacerse por las costuras».
«No estamos hablando de una perspectiva distante, tampoco. Las cosas podrían derrumbarse con impresionante velocidad, en una cuestión de meses, no años».
Krugman no era ni de lejos el único en predecir el fin inminente para el euro en 2012. El multimillonario inversor George Soros dijo en una conferencia en Italia a principios de junio que Alemania tenía un plazo de tres meses para evitar un desastre europeo.
Después, en julio, Willem Buiter, economista jefe de Citigroup y ex gobernador del Banco de Inglaterra, estimó las probabilidades de que Grecia saliera del euro en un 90%, llegando incluso a dar una fecha en la que eso podría ocurrir.
El día clave de Buiter, el 1 de enero de 2013, llega mañana. Y sin embargo ahora nadie cree que una salida de Grecia, ni una implosión catastrófica de la eurozona, estén a la vuelta de la esquina.
Hace seis meses, el momento más crítico
Hace seis meses, el coro que anunciaba el final del euro alcanzó su cénit. Entre los principales agoreros estaban algunos de los economistas e inversores más destacados del mundo, muchos de ellos en Estados Unidos.
Medio año más tarde, sus profecías parecen como poco erróneas o prematuras. El euro ha rebotado frente al dólar estadounidense.
Los rendimientos de los bonos de países afectados como Grecia, España e Italia, que indica el riesgo de esos países, han vuelto a caer.
Incluso los más pesimistas de los pesimistas están revisando sus previsiones, aunque advierten de más tormentas en el horizonte.
«Europa me ha sorprendido con su resiliencia política», admitió este mes Krugman en una entrada en un blog.
Citi rebajó en octubre al 60 por ciento su estimación de probabilidades de una salida griega de la moneda única, que aún es alto, y hay muchos economistas que creen que si bien una serie de medidas han quitado algo de fuerza a la crisis, han hecho poco por resolver sus causas.
Krugman y Buiter no respondieron a correos buscando comentarios para este artículo. Soros declinó ser entrevistado.
Voluntad política
Con la ventaja de mirar en retrospectiva, parece claro que muchos simplemente subestimaron la voluntad política europea por mantener el euro unido, y el efecto que una serie de cambios en política en el segundo semestre de 2012 tendrían en el sentimiento europeo.
Los más importantes fueron la promesa en julio del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, de hacer «lo que haga falta» para proteger al euro, lo que llevó al compromiso del BCE de comprar bonos de gobiernos de la eurozona en cantidad suficiente para reforzar al bloque monetario, y el cambio de postura sobre Grecia de la canciller alemana, Angela Merkel, hacia el final del verano.
Tras titubear durante meses sobre los costes y beneficios de una salida griega, finalmente se hizo a la idea de que los riesgos de dejar ir a Grecia eran demasiado grandes para Europa y para su propio futuro político.
«Puede que haya una lógica en que Grecia se vaya, pero la mecánica es demasiado perturbadora, tanto para Grecia como para sus vecinos», señaló Barry Eichengreen, economista de U.C. Berkeley, que lleva tiempo diciendo que el euro es irreversible.
«El reconocimiento de la política europea te hace darte cuenta de que se hará cualquier cosa para evitar una ruptura de la unión monetaria. Sería intensamente catastrófica, en la economía y la política».
Capital Economics, una consultora británica que predijo que uno o más países dejarían el euro para finales de 2012, admite ahora que subestimó la determinación del BCE por salvar el euro y la fe del mercado en las promesas del banco.
«Podría simplemente llevar más tiempo», señaló Jennifer McKeown, economista europea, sobre una ruptura del euro.
«Obviamente no pasará este año».
También inversores destacados han pagado un precio por apostar contra el euro este año. A principios de mes, el respetado gestor de fondos de inversión John Paulson atribuyó las grandes pérdidas sufridas en 2012 a sus apuestas de que la crisis de deuda soberana iría a peor.
Para los que pusieron sus fichas al otro lado de la mesa, este año ha habido magníficos retornos de la inversión de en torno al 80 por ciento en los bonos a diez años griegos y portugueses.
¿Crisis desactivada?
Nouriel Roubini, el economista de la Universidad de Nueva York que se ganó el apodo de «Dr. Doom» con sus pesimistas predicciones, ha estado en ese bando desde el principio, y ya en 2010 anunciaba que los países se verían obligados a dejar el euro.
Ahora dice que los riesgos de una catástrofe a corto plazo se han reducido. Reflejando la más prudente postura de muchos de sus colegas, Roubini cree que 2013 será otro año en el que los políticos europeos «improvisaran» evitando la catástrofe.
Pero el final del euro llegará, cree, porque los riesgos se extenderán a lo largo de 2013 y Grecia volverá a suponer la principal amenaza.
En el momento álgido de la crisis en junio, la Eurozona salvó una bala cuando el partido conservador Nueva Democracia ganó por poco a los izquierdistas antirrescate SYRIZA en las elecciones griegas.
Desde entonces, el primer ministro griego, Antonis Samaras, ha podido mantener su coalición de tres partidos, y apoyar las medidas de austeridad necesarias para que el dinero del rescate siga llegando.
Pero mientras el país entra en su sexto año de recesión y el apoyo al Gobierno se desvanece, su tarea podría complicarse.
Sondeos recientes de opinión muestran que SYRIZA tiene ahora una ventaja de cinco puntos, subrayando los riesgos de un terremoto político en Atenas en algún momento de 2013.
«Para finales del otoño del año que viene, la coalición griega podría derrumbarse y la salida podría volver a estar en la mesa», dijo Roubini.
Incluso economistas como Eichengreen son reacios a declarar que lo peor de la crisis ha pasado, señalando a las profundas recesiones en la periferia del euro y al riesgo de la complacencia política.
En una cumbre celebrada en diciembre en Bruselas, los gobiernos europeos retrasaron hasta mediados de 2013 las negociaciones serias sobre una integración fiscal más estrecha y dejaron claro que la creación de una «unión bancaria» podría alargarse hasta 2014 o más allá.
«Lo que hemos visto a lo largo de esta crisis es un ciclo en el que se toman medidas, los políticos creen que se han resuelto los problemas, dejan pasar el tiempo y la situación vuelve a empeorar, con los diferenciales disparados. Estoy seguro de que veremos más de esto en el futuro«, comentó Eichengreen.
Krugman ha expresado su sorpresa por la capacidad de Europa por evitar el desastre en 2012, pero no ha retirado sus previsiones de desastre.
En la reciente entrada en su blog «Sangrante Europa», compara la austeridad impuesta en países como Grecia, Portugal, España e Irlanda con la «medicina medieval» en la que se realizaban sangrías a los pacientes para tratar sus enfermedades.
Cuando el sangrado les ponía más enfermos, se les sangraba más.
Incluso si el euro ha desafiado a las previsiones de su fin, los economistas de la austeridad, afirma Krugman, están actuando «exactamente según el guión».