Nueva Orleans lucha por renacer

A la ciudad todavía le falta recibir el 60% de las inversiones aprobadas para la reconstrucción. Los diques están reparados, pero aún no pueden soportar un huracán como el que asoló la zona.

Las declaraciones oficiales intentan transmitir optimismo pero las cifras y estadísticas, y las personas tras los números que luchan y sufren, ponen freno al entusiasmo.

En Nueva Orleans se recuerda hoy el Katrina, el huracán que arrasó el golfo de México justo hace un año y marcó un histórico punto bajo en el cuidado del Gobierno de EEUU de sus ciudadanos y cuyos devastadores efectos perviven hoy en esta urbe única de futuro incierto.
A los ojos del visitante ocasional, la ciudad ha emprendido la recuperación lenta pero continuada de la que hablan el presidente, George Bush, (que hoy participará en los actos de recuerdo) y el controvertido y reelegido alcalde, Ray Nagin.

Han vuelto convenciones y turismo. El downtown, centro de los negocios, funciona a ritmo casi pre-Katrina. Tampoco faltan clientes en restaurantes y tiendas del Barrio Francés, adonde han vuelto excesos alcohólicos y carnales. Y solo quienes se aventuran en barrios que antes solo se visitaban por obligación –como el Distrito Nueve o Saint Bernard– descubren zonas tan devastadas como cuando el agua retrocedió.

ALGUNOS ESPEJISMOS
No hace falta rascar mucho en la superficie para vislumbrar los espejismos. De los 437.186 habitantes de Nueva Orleans, solo han regresado 235.000, un 54% de la población. En toda el área metropolitana hay un 30% menos de puestos de trabajo. En la ciudad, funcionan el 75% de los hospitales con solo 2.000 camas disponibles, la mitad que hace un año.

Y las escuelas públicas han perdido el 66% de sus estudiantes. La ciudad ha multiplicado por 10 sus necesidades; las arcas públicas operan con un cuarto de lo que solían ingresar.
Es difícil no ver en la escasez de medios muestras de ineficiencia de Washington.

El Congreso aprobó destinar 110.000 millones de dólares (86.000 millones de euros) a la reconstrucción, pero de momento solo se han invertido 44.000. De los 10.000 millones aprobados para créditos a pequeñas y medianas empresas solo se ha entregado el 20%.

El Departamento de Vivienda solo ha gastado 100 millones de los 11.500 que tiene presupuestados (y que son urgencia en una ciudad donde muchos habitantes no pueden pagar los cada vez más altos alquileres). Y la denostada FEMA, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias, sigue en el ojo del huracán. Las caravanas que sirven de vivienda temporal a los afectados tardan meses en entregarse y en Nueva Orleans, por ejemplo, hay más de 5.000 familias esperándolas.
Tampoco hay sensación de avance en la seguridad ante otro huracán.

El Ejército ha reconstruido los diques que estuvieron en la raíz del desastre, pero se ha hecho solo eso: reconstruir. Aunque se declaró imperativo que se hagan suficientemente fuertes para aguantar uno de categoría 5, siguen preparados solo para uno de categoría 3.

MÁS VIOLENCIA
Hay otros problemas: los índices de criminalidad –escandalosamente altos antes del huracán– están a los mismos niveles que cuando la ciudad tenía el doble de población. Y las drogas y la violencia que las rodean han vuelto con fuerza, impulsadas por conexiones con los cárteles de Colombia y México que hicieron en ciudades como Houston algunos narcotraficantes que se vieron obligados a evacuar.

A Nueva Orleans no ha llegado tampoco el boom económico que suele seguir a los desastres. Aquí, los constructores se quejan de que falta información clara y directrices firmes del Gobierno. Las ayudas federales a los propietarios para reconstruir o reubicarse van más lentas de lo esperado. Los ciudadanos se quejan de retrasos en la financiación

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