Ni Lula ha hecho nada por los chabolistas de Río de Janeiro

(PD).- Las favelas de Río de Janeiro ya tienen 100 años y no hay demasiadas razones para festejar. «Cuando vi a esa gente descendiendo de las favelas, creí que era el pueblo que venía a pedir», cantaba en 1984 Chico Buarque, cuando el mundo de los morros (colinas) comenzaba a sembrar de zozobra el paisaje de la «ciudad maravillosa».

Dos décadas más tarde existen más de 600 favelas y el problema del narcotráfico se ha convertido en un drama social. El cantante de hip-hop, MV Bill traza un panorama desolador de esas alturas desde las que se domina Río.

Cuenta Abel Gilbert en El Periódico que en su canción Como sobrevivir en las favelas, MV Bill esboza más que un decálogo de sus miles de habitantes.

«La primera orden es no ser Judas / tienes que ser hermano / de lo contrario llevarás un disparo en el trasero / tienes que respetar a los ladrones / sino tendrás tu boleto al infierno», reza un párrafo de la canción.

La cultura brasileña es una fuente inagotable de representaciones y metáforas de ese universo que tiene su acta de fundación entre fines del siglo XIX y la primera década del XX, según distintas fuentes.

Por entonces, los excombatientes de la cruel guerra de los canudos fueron a Río con la promesa de recibir casas del Gobierno Federal. Solo obtuvieron barracas improvisadas en lo que es hoy el Morro de la Providencia. Las favelas se diseminaron en la segunda mitad del siglo pasado.

En los años 60, el gobernador de Río, Carlos Lacerda, llevó adelante traumáticas remociones de favelados de la zona sur de la ciudad. Los expulsó hacia el oeste.

Nació, entonces, Ciudad de Dios. Paulo Lins escribiría una novela perturbadora sobre ese proceso. Luego, en el 2002, Fernando Meirelles la llevaría a los cines del mundo.

Reflejo desordenado
Para la revista Carta Capital, las favelas son «un reflejo desordenado» de todas las grandes urbes brasileñas. Sin embargo, será en Río donde el fenómeno adquirirá otras resonancias con las escenas de guerra en los morros entre policías y narcotraficantes, o diferentes bandas de delincuentes.

Según Ger“nimo Leitòo, director de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Fluminense, la favela es el resultado de «años de ausencia de políticas habitacionales y hoy la sociedad tiene que hacer frente a eso».

Todos los presidentes brasileños y gobernadores quisieron entrar en la historia como aquellos que lograron la paz de los morros. Y todos, a su modo, fallaron. A principios de 1980, el socialdemócrata Leonel Brizola llegaba del exilio para hacerse cargo de la «ciudad maravillosa». Había ganado las elecciones con la promesa de llevar agua y cloacas a las favelas.

El proyecto se inició en el morro de Cantagalo, pero quedó truncado. Fernando Henrique Cardoso también quiso cambiarle el rostro a Río y fracasó.

Ahora es el turno de Luiz Inácio Lula da Silva, quien en las últimas semanas lanzó su Programa de Aceleración del Crecimiento, nada menos que en el Complejo de Alemao, donde la muerte es un lugar común.

«Estoy cansado de ver que Río de Janeiro aparece en la primera página de los diarios y en la televisión todo el día, como si Río simbolizara la violencia, la bala perdida, el bandido y la criminalidad, cuando el 99% de su población es honesta, trabajadora y quiere vivir dignamente», se quejó.

El PAC busca cambiar definitivamente el rostro de las barriadas pobres. Pero la «niña bonita» de esta iniciativa es un teleférico que unirá diferentes poblaciones y podrá llevar hasta «el asfalto» a unas 30.000 personas diarias.

Tropa de élite
El aniversario de la favela coincidió con la consagración en Berlín de Tropa de élite. José Padilla ganó el Oso de Oro contando historias reales de un escuadrón antinarcóticos que usa uniformes negros con el símbolo de una calavera. Hay en el filme escenas de tortura y una fuerte condena moral a la corrupción policial así como a los hábitos de la clase media (intelectual y pasota) consumidora de marihuana.

El filme fue visto por millones de brasileños en copias ilegales antes de que se estrenara en los cines. Buena parte de esas copias circularon por las favelas. «Hombres de negro, ¿Cuál es su misión? ¡Entrar en la favela y dejar cuerpos en el suelo! «, se escucha en una de las canciones de la película.

Es difícil, sino imposible, encontrar dentro y fuera de esas colinas un espectador optimista después de mirarla.

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