La España de Zapatero es víctima de sus propios excesos, según The Economist

(PD).- El título es descriptivo: «Bancos, ladrillos y cemento». Y debajo, a modo de subtítulo: “Un sistema financiero aún sólido encara más consolidación”. Aparece en el lartgop informe de The Economist sobre España, cuya conlusión es indiscutible: La España de Zapatero es víctima de sus propios excesos.

El horror inmobiliario viene de antes y tiene muchos culpables, pero la burbuja ha estallado ahora. Y la explicación de The Economist, por mucho que se intente desacreditar desde la Cadena SER y otros medios prosocialista, parece indiscutible:

En las afueras de cada ciudad española, incluso pueblos, se pueden ver hileras de casas o bloques en diferentes fases de ejecución y grúas en medio. Todo está en silencio. Lo que ha golpeado a España ha sido una combinación de sus propios excesos y el efecto de los activos financieros tóxicos en alguna otra parte del mundo.

Cuando aparecieron los primeros signos del credit crunch en agosto de 2007, España se encontraba en plena euforia constructora, hasta el punto de levantar más de 700.000 viviendas al año –más que Francia, Alemania e Italia juntas-.

Gracias a la inmigración, la población de España ha aumentado de 40 a 45 millones desde 2000. Incluso así, sólo 400.000 nuevos hogares se han creado cada año.

Adicionalmente, en torno a 150.000 extranjeros compran casas, sobre todo europeos del norte en busca de segundas residencias. El boom de la construcción fue exagerado por una potente mezcla de incentivos perversos.

Primero, el dinero era barato después de que España adoptara el euro. El Banco Central Europeo se guió principalmente por las condiciones económicas de Alemania y Francia. A causa de la mayor inflación española, los tipos de interés eran cercanos a cero en términos reales.

En segundo lugar, política y cultura se combinaron para inflar la burbuja inmobiliaria. En los años 50, la mitad de la población vivía de alquiler. Pero la ley favoreció con fuerza a los propietarios, lo que redujo el alquiler.

A medida que los españoles se enriquecieron, invirtieron sus ahorros en el ladrillo. Desde el portal idealista.com, Jesús Encinar señala la elevada tasa de propietarios del país.

Muchas familias de clase media tienen una segunda residencia en la playa, o en el pueblo de sus abuelos, o como inversión. Y no hay impuestos sobre las viviendas vacías.

El tercer factor fue un poderoso nexo de políticos locales, promotores y cajas de ahorros que componen la mitad del sistema financiero del país. Las ciudades españolas son bastante densas y acaban abruptamente en campo abierto.

Construir en terreno libre requiere que el ayuntamiento de turno extienda los límites de la ciudad, lo que le da derecho al 10% del desarrollo. La venta de ese porcentaje a los promotores se convirtió en una de las una de las principales fuentes de ingresos de muchos ayuntamientos (también de algunos concejales corruptos).

A su vez, los políticos locales que controlan las cajas financiaron los desarrollos. Parecía una apuesta segura.

Pero de pronto, la apuesta resultó perversa. Las costas fueron las primeras afectadas. La sobreoferta y el estallido de la burbuja británica (origen de los mayores demandantes de vivienda vacacional) tiraron los precios a la baja. A continuación, golpeó el enfriamiento crediticio. Hoy, hay alrededor de un millón de viviendas sin vender por todo el país.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído