A Contracorriente

Enrique Arias Vega

El timo del referéndum

Tras el éxito electoral de Podemos se ha puesto de moda la democracia directa, como si nuestros representantes en las instituciones públicas existentes fuesen una especie de okupas indocumentados: la Casta, como se ahora se dice.

Esta denigración intencionada de la democracia representativa conlleva una deslegitimación de la democracia a secas, sin apellidos. Cuando a la democracia se la adjetiva —directa, popular, orgánica o lo que sea— es porque ha dejado de ser el poder legítimo que emana del pueblo para convertirse en el instrumento interesado de un dictador, una ideología o una banda facciosa.

Lo de la democracia directa, además, sólo tendría sentido en una isla artificiosa y televisiva tipo Supervivientes, con cuatro gatos habitándola. En la mayoría de las comunidades de vecinos, en cambio, ya se ve lo poco operativas que suelen ser estas democracias asamblearias a medida que crece el número de intervinientes.

Lo dicho se aplica también a esta nueva moda del referéndum, ahora llamado derecho a decidir, sobre cuestiones que tienen cauces, mucho más sosegados y reflexivos para ello, en las instituciones parlamentarias vigentes. Porque, puestos a preguntar a los ciudadanos sobre temas concretos, ¿quién diría que “no”, por ejemplo, a la abolición de los impuestos o a la paz en el mundo, aunque se trate de cuestiones declarativas simplemente irrealizables?

No deja de ser curioso, por cierto, que los regímenes dictatoriales, nada propensos a la participación democrática de los ciudadanos, no hagan ascos a la utilización de la herramienta emocional del referéndum o del plebiscito para legitimar con ella sus propios puntos de vista. El mismo general Franco, contumaz enemigo de la democracia, obsequió a los españoles con un par de referendos amañados a lo largo de su vida.

Lo que debería preocuparnos, pues, es el consiguiente debilitamiento de la democracia ante el asambleísmo, por un lado, y la proliferación de referendos, por otro. Al revés: tenemos que reforzar la independencia de nuestros representantes y de las demás instituciones de la sociedad civil existentes, haciendo que los partidos quiten sus garras de tribunales, empresas, asociaciones,… y que los políticos respondan ante los electores y no ante los partidos que los usan como marionetas.

Ésa es la auténtica democracia y todo lo demás resulta simplemente un timo.

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Autor

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

Enrique Arias Vega

Periodista y economista bilbaíno, diplomado en la Universidad de Stanford (USA), lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundode Nueva York.

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