Hillary dejó una casa nada «blanca»

No hay nadie con mejor Prensa en Washington que Laura Bush. La primera dama de EEUU disfruta de una popularidad del 82 por ciento, el doble que la de su marido. La ex bibliotecaria de exquisita discreción, la cara más amable de la Administración Bush, domina su papel en el segundo plano. Pero seis años en la Casa Blanca le han servido para soltarse poco a poco.

Cuenta Marta G. Hontoria en La Razón que, en una nueva biografía, la primera escrita con la colaboración del Gobierno, Laura Bush revela que se quedó «consternada» de ver el estado en que Hillary Clinton abandonó la Casa Blanca.

En el tour de rigor que hace la primera dama saliente a su sucesora, en diciembre de 2000, la mujer de George W. Bush comprobó asombrada que en las zonas públicas del ala oeste las alfombras estaban sucias y los muebles sin reparar.

Además, reprocha a Hillary que los colores del despacho Oval («¡Rojo, azul y dorado!») eran demasiado «chillones». El ala este tampoco se salva: «Estaba compartimentada en pequeñas oficinas y se veían los cables eléctricos. Muchos de los muebles eran anticuados», opina Laura.

Ronald Kessler, ex periodista del diario «The Washington Post» y autor de la biografía, describe a una FLOTUS (First Lady of the United States, como se refieren a la primera dama los servicios secretos) con más carácter del que deja ver en público.

Tiene Laura algo más en común con el resto de los mortales: no siempre está de acuerdo con su marido. El libro, titulado «Laura Bush: An Intimate Portrait of the First Lady» («Laura Bush: un retrato íntimo de la primera dama»), descubre que intentó convencer al presidente Bush para que suavizara su retórica antiterrorista. Laura pensó que declarar que la Administración quería a Osama Ben Laden «vivo o muerto» era sacar las cosas de quicio.

También presionó al presidente para que incluyera en su agenda política asuntos como la ayuda contra el sida y la educación. Kessler asegura además que Laura vetó el nombramiento de un personaje político «muy bien conectado» porque consideró que no había sido honesto con el Gobierno de Bush.

El autor descubre el lado liberal de la primera dama, que de vez en cuando se fuma un cigarrillo. Sus amigos y familiares creen que Laura está a favor del derecho al aborto y es más flexible ante el matrimonio entre homosexuales.

Al contrario de su marido, Laura es además una ávida lectora de Prensa, algo que según admite le ha causado muchos disgustos. Cuando la revista «Newsweek» publicó que soldados estadounidenses habían tirado un Corán al retrete en la prisión de Guantánamo, la señora Bush ordenó «¡No quiero el ‘Newsweek’ en la casa!».

Laura llegó a estar tan harta de los ataques de la Prensa contra su marido que le dijo a su asistente de relaciones públicas, Noelia Rodríguez, que no quería dar más entrevistas. Un mes más tarde volvió poco a poco a enfrentarse a los reporteros.

Su biografía, en general halagadora, también saca a la luz que sus hijas, las gemelas Jenna y Barbara, fueron «niñas milagro» al ser concebidas tras tres años de tratamientos de fertilidad. Asimismo, relata el episodio más traumático de la vida de la primera dama.

En 1963, cuando tenía 17 años, Laura tuvo un accidente de coche en Midland, Texas, en el que murió un compañero de su instituto. Según su amiga Judy Dykes Hester, que iba de copiloto, Laura se saltó un stop y chocó contra el vehículo que conducía su amigo Michael Douglas, que murió en el acto.

«Laura había salido despedida del coche. La oí que gritaba mi nombre. Una mujer repetía ‘oh, dios mío, oh, dios mío’. Luego llegó la Policía. Nos metieron en la ambulancia y nos llevaron al hospital», relató Hester en la primera narración pública de los hechos.

Pocos descubrimientos verdaderamente relevantes hace el libro de Kessler, aunque los lectores podrán encontrar muchos «secretos» triviales de un primera dama que una vez amenazó a George W. Bush con el ya legendario «O el Jack Daniels o yo».

Entre ellos, por ejemplo, que tiene tendencia a ponerse a limpiar cuando está estresada, algo que es dudoso que lleve a la práctica en la Casa Blanca, pero quizás haga en su rancho de Crawford, en el Estado de Texas.

El autor defiende, sin embargo, que la biografía refleja que la ex profesora de 59 años ha jugado un papel más importante en la Casa Blanca que lo que el público supone.

«Según la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, fue idea de la primera dama exponer y denunciar lo que estaba haciendo el régimen talibán a las mujeres», escribe. El periodista ha declarado también que escribir el libro ha sido muy difícil por la naturaleza «reservada» y «modesta» de la protagonista.

La crítica, por su parte, ha sido menos benévola al considerar que Kessler se ha pasado un punto de adulador. Nadie duda de que la biografía de una mujer tan respetada vaya a convertirse en un best-seller, pero hasta algún rotativo cercano a la Administración como «The Washington Times» ha admitido que el libro se parece bastante a «una colección de elogios».

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