Este hombre vive (literalmente) en la pista de aterrizaje de la nueva T4 de Barajas

Este hombre vive (literalmente) en la pista de aterrizaje de la nueva T4 de Barajas


Cuando José Luis Balseiro compró en 1991 una finca a las afueras de Madrid junto al río Jarama y a la que sólo se podía acceder por una terrenosa senda galiana creyó haber encontrado su Edén. En la pedanía de 1.500 metros cuadrados montó una pequeña explotación ovina con unas doscientas ovejas. Y fue feliz. Hasta que comenzó la construcción de la nueva terminal T4 de Barajas. Ahora los aviones aterrizan en el jardín de su casa.

«En 1997 empezaron las expropiaciones para hacer dos pistas de la T4 como parte de la Fase 1 del plan. En la Fase 2, en 2002, hubo más expropiaciones para hacer otra torre de control y la nueva pista 33R. También movieron el curso del río Jarama. La Fase 3 no han empezado todavía. Está en anteproyecto y en fase de expropiación», explica este técnico de sonido de 44 años.


Foto: Arriba, visión desde la ventana de la casa de José Luis de un avión aterrizando; izquierda, el fuselaje abandonado de un avión a pocos metros de su casa; derecha, foto panorámica de la finca de José Luis.

Mientras José Luis narra su historia sentado en el jardín de su casa van aterrizando aviones cada media hora. Verlo tan cerca resulta hasta bonito, aunque el ruído al contactar los neumáticos del tren de aterrizaje con el asfalto produce un sonido estridente. Pero sólo imaginar que eso se repite cada poco día y noche le hace perder el encanto.

«Uff, dice. Eso no es nada. Lo peor es que a las once cierran las otras terminales para que el ruido no moleste a los vecinos cercanos y entonces todo el tráfico nocturno se traslada aquí, a la T4»

Y añade mirando a su hija de ocho años, sentada en un sofá viendo la televisión:

«La niña me pide tapones para los oídos todas las noches, y aún así le cuesta dormir.»

José Luis tiene claro desde hace tiempo que así no se puede vivir. Especialmente cuando con las primeras expropiaciones, parte de esos terrones fueron cedidos a una explotación minera para la extracción de sepiolita, un mineral absorbente utilizado en las centrales nucleares y también para las casetillas de los gatos. Además de sufrir durante años hacia el norte y este de su casa turnos de 24 horas de obreros moviendo toneladas de tierra para construir las pistas, se unión por el sur y el oeste el constante ir y venir de las máquinas de la mina.

«Yo lo que quiero es que me expropien ya. Sé que con ese dinero no podré acceder más que a un piso en el pueblo de Barajas y que perderé esta maravilla, pero lo tengo asumido.»

El problema radica en que AENA alega que es una expropiación «social» y que, por tanto, no es «de necesidad». Se tiene que hacer «a petición del ciudadano».

«Y por eso no tienen prisa.»

Ya en el año 2002 acudieron a la finca de José Luis los peritos y un biólogo –la zona está protegida como reserva natural y el paso del río Jarama–, pero no llegaron a expropiar. Hace unos meses regresaron y volvieron a medir todo. Incluso ya ha firmado en la Junta Municipal las ‘Actas previas de ocupación’ por las que se les notifica que les van a expropiar.

«Pero siguen sin expropiar. Siguen sin tener ninguna prisa, sin pensar en la pesadilla que supone vivir en estas condiciones.»

José Luis cree que cuando finalmente les expropien a él y a unos pocos vecinos cercanos construirán hangares en su Edén.

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