(PD/EFE).- Cerca de mil medios de comunicación y seguidores aguardaban en la puerta principal de la capilla Memorial del Cardenal Cerretti, en Sydney, donde han contraído matrimonio la actriz Nicole Kidman y el cantante de música country Keith Urban, ante 230 invitados.
La boda del año en Australia se ha desarrollado en medio de fuertes medidas de seguridad, ya que cientos de seguidores de la actriz, además de numerosos periodistas y curiosos, no han querido perderse el acontecimiento.
Así son las cosas en esto del famoseo. La exmujer de Tom Cruise ha rehecho su vida, previo acuerdo con su nuevo marido de que no verá un duro si vuelve a las drogas o al alcohol. Con tan romántica entrada en la Iglesia se casó la novio… de blanco, tanto en el traje como en la piel.
Sorprende ver en la prensa del día la noticia en portada. No es muy usual que ABC abra con el tema. Y es que tampoco es usual que una boda de tan alto postín no se «autofinancie» mediante el cobro de una astronómica exclusiva.
Kidman llevaba un vestido de tono marfil diseñado por Nicolas Ghesquiere, para Balenciaga, un sencillo ramo de rosas blancas, un velo que le cubría la cara y pendientes de perlas. La novia, acompañada por su padre Anthony, llegó en un Rolls Royce blanco, saludó a la multitud desde el coche, que paró en la entrada del recinto de Saint Patrick, donde se encuentra la capilla Memorial del Cardenal Cerretti en la que ha tenido lugar la ceremonia y donde esperaba el novio. La actriz ha sido recibida por aproximadamente mil seguidores que aguardaban en los alrededores de la iglesia.
El vehículo de la novia iba seguido de la comitiva nupcial, y el primer coche llevaba a su hermana Antonia, su testigo, su hija Isabella y su sobrina Lucía.
El actor y cantante australiano Hugo Jackman ha sido uno de los primeros invitados en llegar y, según la televisión Channel Ten, tenía previsto cantar durante la ceremonia. A la boda católica, oficiada por el padre Paul Coleman, amigo de la familia, han acudido unos 230 invitados, quienes han llegado a la iglesia en una comitiva de autobuses blancos. Entre los invitados estaban los actores Naomi Watts, Renee,Zellweger y Russel Crowe, el director Baz Luhrmann y el magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch.
La pareja ha anunciado que ofrecerá las fotografías oficiales de la boda gratis a los medios de comunicación.
Se espera que terminada la boda los recién casados pasen la noche en el nuevo apartamento de la pareja en la bahía de Walsh y partan mañana, lunes, en luna de miel, posiblemente a las islas Fiyi. Después, la pareja se instalará en Nasville, en Tennesse (Estados Unidos), donde vive Keith Urban.
ANTE TODO LA TRADICIÓN
La actriz australiana, de 39 años, y el cantante de música country, de 38, se unieron en matrimonio en una ceremonia católica muy tradicional, que ofició el jesuita Paul Coleman, amigo de la familia Kidman.
Coleman, quien dijo que se reunió esta semana con la pareja y que le impresionó el
«amor maduro»
que comparten, señaló que les había recomendado:
«que se dediquen tiempo el uno al otro, que hagan cosas románticas juntos y que nunca se separen sin besarse».
Kidman y Urban, quien ganó un premio ‘Grammy’ el año pasado por su tema «You’ll Think of Me», se conocieron en enero del 2005 en una cena que ofreció el Gobierno australiano en Los Angeles (California). La pareja tiene previsto residir en la casa que el músico tiene en Nashville (Tennessee).
Se espera que los recién casados pasen la noche en el nuevo apartamento que la pareja adquirió en la bahía de Walsh y que mañana emprendan su viaje de luna de miel, posiblemente a Fiyi o a Bora Bora.
En una decisión muy poco «hollywoodiense», la pareja ha ofrecido las fotografías oficiales de la boda gratis a los medios de comunicación, aunque no ha logrado evitar la presencia de «paparazzis» para captar una imagen de la boda del año.
Los novios se han esforzado por mantener en secreto los detalles de la boda, que querían fuera lo más privada posible, aunque los medios de comunicación se han encargado de desvelar alguna información sobre la ceremonia, que empezó cuando caía la tarde para evitar la intromisión, desde helicópteros, de las televisiones.
