La amante del capo

La amante del capo

Virginia Vallejo conoce a Pablo Escobar en 1982. Ella tiene 32 o 35 años y es la diva por excelencia de la televisión colombiana, la preferida de la farándula local, toda una señorita de cuna aristocrática que se desenvuelve en varios idiomas y se mueve como pez en el agua en los círculos sociales de Bogotá:

«Me enamoré de él. En alguna época creo que él también me quiso mucho. Yo me enamoré de un filántropo, un hombre adorado por su pueblo».

Pablo Escobar tiene 33 años y aún se las arregla para mantener en secreto el origen de su desconcertante fortuna. Ocupa un escaño en el Parlamento y paga de su bolsillo proyectos de vivienda social para las clases más desfavorecidas, lo que no es sino una estrategia para tener al pueblo de su lado cuando las cosas se pongan feas.

Y se pondrán, lo sabe. En 1984 manda asesinar al entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, y el Gobierno colombiano le declara la guerra. Encontrarse con Virginia se vuelve difícil, pero una vez a la semana Escobar le envía a Bogotá su avión privado y se reúne con ella en Medellín.

Virginia, que había llegado a referirse a él como un «Robin Hood criollo», se da cuenta de que su amante ha empezado a convertirse en «un monstruo», «el peor psicópata de Colombia», como declararía años después.
Escobar está listo para la guerra.

Entre finales de los 80 y principios de los 90, el jefe del cártel de Medellín encabeza una sangrienta embestida terrorista en la que no cabe la palabra pudor: hace estallar un avión de pasajeros en el aire, manda asesinar a tres candidatos presidenciales, ordena colocar bombas en centros comerciales de todo el país.

El 18 de agosto de 1989, Luis Carlos Galán, aspirante a la presidencia por el Nuevo Liberalismo, cae asesinado por un grupo de sicarios durante un mitin en una barriada del sur de Bogotá. Muere el líder más carismático que ha pasado por la política colombiana en 40 años, la esperanza del pueblo. Un crimen imperdonable.

El Estado decide redoblar los esfuerzos para darle captura y en 1993 Escobar muere abatido por la policía en los tejados de un barrio de Medellín.

Junio del 2006. Virginia Vallejo tiene 56 o 59 años y lleva más de una década sin dar señales de vida, encerrada en su casa de Bogotá porque, como dijo hace años, quería vivir la vejez lejos de los ojos del público. Le gusta que la recuerden guapa, lozana y joven. Entonces, por razones aún no del todo claras, decide revelar sus secretos.

Concede una entrevista al Miami Herald y dice que el exministro Alberto Santofimio fue el autor intelectual del asesinato de Galán. «Muchas veces oí a Santofimio insistirle a Pablo que debía matar a Galán. Lo supe por primera vez en el 84. Lo volví a oír en el 85 y Pablo me lo confirmó en el 87».

Un libro dedicado
El testimonio sacude Colombia. La diva ha reaparecido como amante del capo, dispuesta a no dejar que Santofimio sea absuelto. Su testimonio se suma a los de John Jairo Vásquez Velásquez, alias Popeye, y Carlos Aguilar Gallego, El Mugre, antiguos lugartenientes de Escobar, pero el suyo tiene el valor de que no sale de boca de un criminal.

Para que nadie dude de la relación que tuvo con el capo, enseña en los medios un ejemplar de un libro de Neruda dedicado por Escobar. «No pienses que si no te llamo es que no te extraño mucho. No pienses que si no te veo no siento tu ausencia».

Virginia vuelve a las portadas de las revistas con su imagen de hace 30 años: guapa, lozana, joven. Algunos deslizan que lo único que la mueve es vender su inminente libro sobre Pablo. Bah. La diva pacta con la fiscalía y logra que la trasladen a EEUU para que no la maten.

Elegante, soberbia, con gafas oscuras y luciendo una extravagante pamela, la semana pasada Virginia se subió a un avión de la DEA con destino a Miami. La amante del capo ha vuelto.

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