Los estudiantes con baja autoestima tienen mayor riesgo de estrés al volver al colegio

Las vacaciones han termina do y más de siete millones de niños y adolescentes han iniciado su vuelta al colegio -la mayoría lo ha hecho hoy- o su incorporación a las aulas por primera vez. Algunos escolares se muestran alterados y hasta sufren trastornos físicos los días previos e inmediatamente posteriores a su entrada en el colegio.

Cuenta M. Asenjo en ABC que para algunos niños, la vuelta al colegio tras unas largas vacaciones forma parte de una rutina a la que se adaptan sin problema.

Otros sufren el estrés de quien vive situaciones emocionales enfrentadas, indica María José Gallego, psicopedagoga y orientadora, con más de 20 años de experiencia en centros de Secundaria.

Tanto niños como adolescentes carecen de un sentido lógico de las situaciones y son incapaces de controlar las emociones. Esto hace que los días previos al comienzo de las clases se muestren «alterados y nerviosos, porque «se enfrentan a la profesión de estudiantes», comenta la orientadora.

Reacciones pasajeras
Valentín Martínez-Otero, psicólogo, pedagogo y profesor de la Universidad Complutense, dice que, tras las vacaciones, los niños experimentan también un proceso de adaptación.

«Es el periodo de tránsito entre un tiempo de libertad y ocio y otro marcado por los horarios y los deberes». No obstante, advierte de que esas reacciones «no constituyen un síndrome clínico sino que se trata más bien de alteraciones psicológicas y físicas pasajeras», porque «no van más allá de dos semanas».

Ambos expertos indican que las sensaciones que experimentan los niños con la llegada del nuevo curso «pueden ser ambivalentes». Por una parte, sienten la emoción del reencuentro con los amigos; por otra, el temor a separarse de sus padres, en el caso de los más pequeños, o a enfrentarse a un curso que puede ser más difícil que el anterior o a un entorno hostil, si se trata de alumnos más mayores.

«Los síntomas -apunta Martínez-Otero- se acrecentarán cuanto más a disgusto esté el alumno en el centro, ya que en gran medida dependen de lo satisfecho que se encuentre».

Para Gallego, «los escolares, especialmente los de cursos superiores, llegan al colegio influidos por las opiniones que han oído sobre los profesores». Ambos especialistas coinciden en que una etapa difícil es el paso de un ciclo a otro dentro de los distintos niveles educativos y, sobre todo, del colegio al instituto.

Gallego destaca la «indefensión aprendida» como un factor de riesgo ante los trastornos del principio de curso. Esto se produce «cuando un alumno se siente incapaz, por ejemplo, de resolver un problema de matemáticas y debe afrontar de nuevo esa situación.

Y esa indefensión aprendida le provoca un nivel de inquietud y alteración muy elevado». La personalidad de los alumnos también es determinante para afrontar el comienzo de curso con una u otra actitud.

«Los alumnos muy competitivos, los que no cultivan las relaciones sociales, los tímidos e introvertidos y los que tienen una baja autoestima se ven afectados con más frecuencia por el estrés posvacacional», sostiene Martínez-Otero.

¿Y en qué consisten las alteraciones que sufren los afectados por el síndrome de la vuelta a clase? Para los escolares mayores, la vuelta suele ser menos traumática, y normalmente estará determinada por la experiencia vivida el año anterior. Si ésta fue positiva, no hay motivo de preocupación. Si fue negativa, habrá que hacerle comprender que ese mal recuerdo no influirá en el nuevo curso.

Para médicos, psicólogos y pedagogos, el rechazo de un centro obedece a razones diferentes en cada edad. En los más pequeños se advierte un rechazo del colegio por la sensación de desarraigo ya apuntada. Los lloros diarios y la simulación de síntomas como el dolor «de tripa» son pretextos para quedarse en casa. En los chicos de niveles superiores, el rechazo de la escuela puede encubrir problemas más serios que no se atreven o no saben contar.

En la adaptación al colegio, los niños pequeños pueden tener dificultades para dormir, así como un sueño irregular; entre tres y seis años, suelen aparecer pesadillas.

Los especialistas llaman la atención sobre la somnolencia, la falta de concentración y la taquicardia.

Ante todos estos síntomas, pediatras y médicos de familia insisten en que «no estamos ante una enfermedad», pero recomiendan que si pasado un tiempo prudencial -unas dos semanas- persisten se debe acudir al profesional indicado.

Es recomendable comprobar la agudeza visual y auditiva. Si las dificultades están relacionadas con cuestiones académicas, es necesario también recurrir a los profesionales para que la situación no derive en desmotivación.

Prevenir antes que curar
El estrés que sufren los escolares suele desaparecer en un tiempo prudencial, pero también se puede prevenir. Médicos, psicólogos y pedagogos ofrecen soluciones. Como norma general sugieren que no se establezca demasiada distancia entre el horario de vacaciones y el escolar y que se infunda en el niño una actitud positiva hacia el colegio.

Para evitar un choque demasiado fuerte, se recomienda la readaptación progresiva al horario de clase.

«Acostumbrar a los alumnos al horario escolar, tanto en lo que se refiere a comidas como a las horas de sueño. En definitiva, ponerlos frente a sus obligaciones antes de que empiece el curso», concluye el profesor de la Complutense.

Por tanto, se ha de adelantar la hora de acostarse, del baño y de la cena. Por la mañana, las prisas constituyen un serio peligro para la tranquilidad de los escolares. Los niños que van al colegio sin desayunar rinden menos y tienen mayor tendencia a la obesidad.

Ante dificultades de aprendizaje, un modo eficaz de ayudar al niño a superar su ansiedad es intentar que el aula se convierta en un sitio familiar. En vísperas del comienzo del curso conviene que visite la clase, juegue en el patio e inspeccione un poco el edificio.

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