Asistenta, amante, ladrona y chantajista

La justicia británica, conocida en todo el mundo por su austera formalidad, ha mostrado en las últimas semanas una cara muy distinta. La responsable de este cambio es Roselane Driza, una limpiadora brasileña que protagonizó un turbio triángulo amoroso con dos magistrados, a los que posteriormente intentó extorsionar.

Cuneta Gonzalo Suárez en La Razón que en las últimas semanas, los británicos han seguido con pasión este caso que parece sacado de un culebrón de bajo presupuesto, con ingredientes tan «clásicos» como el chantaje, la manipulación y las orgías espolvoreadas con cocaína.

El escándalo ha acabado con la reputación de dos de los jueces de inmigración más importantes del país: Mohamed Ilyas Khan y su amante, conocida oficialmente como la «Juez J». En 1999, ambos contrataron a una nueva limpiadora, Roselane Driza, una inmigrante ilegal a la que pagaban siete euros a la hora.

En cuestión de meses, la brasileña se e nteró de los detalles de la «doble vida» de los magistrados, que según ella incluía atracones de drogas y sexo, en muchos casos registrados para la posteridad en cintas de vídeo que guardaban en el salón de su casa.

Al año siguiente, Khan y la «Juez J» se separaron, pero Roselane siguió trabajando para ambos. La situación siguió así hasta hace un par de años, cuando la magistrada despidió a su asistenta por entrometerse en su vida privada. La brasileña no aceptó esta decisión y la denunció por despido improcedente, con la esperanza de obtener una jugosa compensación.

En aquellos momentos, la limpiadora seguía trabajando para Khan y, de hecho, su relación se había vuelto más seria: ahora era la amante secreta del juez, que la mandaba todo tipo de mensajes eróticos a su móvil.

La situación estalló en la Navidad de 2004, cuando la «Juez J» se enteró de que su ex amante se había liado con su ex limpiadora, con la que ella estaba enfrentada en los tribunales. Al parecer, Khan intentó acabar la relación, pero la brasileña no se dejó intimidar y recurrió al chantaje.

Así, amenazó a la «Juez J» con difundir sus vídeos sexuales con Khan si no le entregaba 30.000 euros en metálico, además de informar a las autoridades judiciales de que había trabajado para ella, pese a que no disponía de papeles.

Esta última revelación habría resultado especialmente embarazosa teniendo en cuenta que los jueces trabajaban para los servicios inmigratorios. Fue en este momento cuando ambos decidieron acudir a la Policía para denunciar a su empleada por chantaje, lo que desembocó en el juicio cuya sentencia se dictó anteayer.

Pese a su repentino aluvión de publicidad, ella ha sido la peor parada del juicio, que además ha revelado una biografía que sólo puede describirse como pintoresca: antes de trabajar para Khan y su amante, estaba casada con un asesino en serie relacionado con la mafia albanesa.

Al final, el tribunal decidió condenarla a una pena de cárcel. Por su parte, los dos jueces se enfrentan a una investigación interna que podría acabar con su despido.

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