Los nuevo cazamentiras

En nuestros días, una de las prioridades de las instituciones encargadas de la seguridad es hallar un sistema infalible para rastrear las intenciones de mercenarios, espías y demás piezas que intervienen en el juego de la guerra y la paz.

Cuenta la revista Quo que en el recuento de medios disponibles, el veterano polígrafo sufrió el examen de una comisión investigadora por parte de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense. Su fallo, que fue publicado en octubre de 2002, equivalió a colgarle el cartel de obsoleto para los restos.

Desde entonces se suceden las alternativas. La última, del especialista Aldert Vrij, que trabaja en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), propone obligar al interrogado a realizar tareas complejas, como contar historias al revés, durante la entrevista. Así, argumenta que será más fácil que levante la guardia e incurra en contradicciones.

La aparición de empresas que ofrecen el uso de resonancias magnéticas para medir la sinceridad de las personas ha airado a los defensores de los derechos civiles, temerosos de que las agencias oficiales se apunten a la creciente lista de sus clientes.

Mientras, el científico Britton Chance desarrolla un detector a distancia que será útil, por ejemplo, en los aeropuertos. Cuando consultó al especialista en Ética de su Universidad, la de Pensilvania (EEUU), sobre el tema, este le tranquilizó. Bastaría con colgar carteles con el rótulo: “Su cerebro va a ser escaneado”. A continuación te contamos cómo son estos ingenios y si es posible engañar a las nuevas máquinas de la verdad.

Leer la mente
La resonancia magnética funcional (fMRI) detecta las variaciones en el uso de oxígeno de las distintas zonas cerebrales mientras se realiza una tarea determinada.

Como esa huella no se puede manipular voluntariamente, el neurólogo Daniel Langleben, de la Universidad de Pensilvania (EEUU), pensó que era la mejor manera de observar en directo el doble esfuerzo que ha de realizar nuestra materia gris para faltar a la verdad: reprimirla mientras elabora la falacia.

A partir de ahí creó una base de datos con resonancias de mentirosos monitorizados in fraganti. La intención era compararlas con las efectuadas a otras personas mientras se las interroga, para comprobar si sus respuestas son ciertas.

Ahora ha puesto el sistema al servicio de la empresa CEPHOS, que se anuncia como detectora de mentiras para clientes privados. Aún no está en activo, pero ya tiene competencia: la californiana No Lie fMRI pretende convertirse en franquicia mundial, basándose en investigaciones del neurocientífico Andrew Kozel.

Sin embargo, la infalibilidad de esta técnica no está fuera de duda. Los expertos argumentan que aún no concemos el funcionamiento cerebral con la precisión suficiente, y en la gestión de la mentira intervienen procesos de una complejidad extraordinaria.

Polígrafo
El más popular de los detectores mide cómo refleja el cuerpo la ansiedad que provoca faltar a la verdad: las alteraciones en la intensidad con que nuestra piel conduce la electricidad, en el ritmo cardíaco y en otros parámetros.

“El problema”, afirma el experto de la Universidad de Salamanca Jaume Massip, “es que esos indicadores pueden variar por la propia ansiedad de mentir o por otras causas. Para distinguirlas, existen varios procedimientos, que distan mucho de lo que se ve en el cine”. El proceso, muy largo, consta de varios tests que mezclan preguntas relevantes con preguntas de control.

Se mide en cuáles se activa la ansiedad del individuo y en cuáles no, y a partir de ahí, se analiza la posible veracidad de su afirmación. “Lo que se busca”, añade Massip, “es la llamada prueba del conocimiento oculto, es decir, lo que solo sabe quien estuvo allí”. Sin embargo, en muchos casos el resultado se declara no concluyente.

Además, este aparato puede burlarse con las llamadas “contramedidas”, actuaciones voluntarias para modificar la activación fisiológica. Van desde provocarse dolor hasta realizar cálculos mentales mientras se escucha la pregunta. La fiabilidad del polígrafo,
según los expertos, es del 80%.

Expresión
Para dar credibilidad a una mentira, hay que reflejarla en el espejo del alma y sustentarla con los gestos adecuados. En este campo, uno de los descubrimientos decisivos fue el realizado por el estadounidense Paul Ekman. En la década de 1960, recorrió medio mundo pertrechado con fotografías de rostros que expresaban diversos estados de ánimo.

Tras mostrarlas por doquier pidiendo a todo tipo de personas que identificasen la emoción reflejada en ellas, llegó a la conclusión de que las expresiones faciales son universales, comunes a las estrellas de Hollywood y a los bosquimanos del Kalahari.

Más tarde descubrió que al mentir la emoción auténtica que intentamos ocultar asoma a nuestro rostro en expresiones que duran menos de una quinceava parte de segundo. A partir de ahí, elaboró un catálogo de “microexpresiones”, el METT (que puede adquirirse en CD-ROM en www.paulekman.com). Solo hace falta aprenderse la colección de gestos que corresponde a cada emoción verdadera para poder detectar las falsas.

Como la tarea puede resultar ímproba, su discípulo, Mark Frank, de la Universidad de Buffalo (EEUU), ha querido ahorrar faena a los agentes federales especialmente interesados en aplicar la técnica. Con fondos del Departamento de Defensa de su país, ha creado una aplicación informática que detecta las microexpresiones en una
grabación de vídeo digitalizada.

Discurso

Las mentiras se cuentan; por eso se han creado sistemas de análisis verbal para “pescarlas”. El más conocido es el CBCA, habitual sobre todo en el ámbito legal. Se trata de un compendio de 19 criterios destinados a distinguir las declaraciones verdaderas de las falsas. Entre ellos están el tipo de detalles que se incluyen y la organización interna del discurso (por ejemplo, los saltos en la narración).

Según Jaume Massip, de la Universidad de Salamanca, este método se basa en que, cuando relatas algo imaginado, realizas un esfuerzo cognitivo mayor que cuando cuentas algo vivido. Ese esfuerzo se refleja en la narración de los hechos. Su fiabilidad es del 72%.

También basada en el análisis del discurso, la técnica del control de la realidad atiende a cómo se reflejan los recuerdos. Observa, por ejemplo, la viveza del relato, o si este incluye detalles sensoriales (olores, sonidos, etc.), más usuales en las historias verdaderas. Fiabilidad: 70%.

En la línea automatizadora actual, Judee Burgoon, de la Universidad de Arizona (EEUU), ha elaborado un programa informático, llamado Agente 99, que se basa en los procedimientos anteriores para detectar el engaño en textos. Su próximo proyecto es ampliar el análisis por ordenador a vídeos que muestren los gestos de rostro y manos de un individuo mientras cuenta una historia.

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