Cada vez más comunicados y también cada vez más solos

En el transcurso de los últimos veinte años nos dedicamos a desarrollar formas nuevas e ingeniosas de comunicarnos. Teléfonos celulares, computadoras, mensajes de texto, e-mail e Internet comunican al 25% de las personas de la aldea global a la velocidad de la luz.

Afirma Jeremy Rifkin que, sin embargo, al mismo tiempo que conectamos el sistema nervioso central en un mismo abrazo electrónico, el vocabulario humano se reduce en el mundo entero, lo que nos dificulta la expresión y la participación con los demás. Nos comunicamos más pero decimos menos.

Según un estudio nacional que llevó a cabo el Departamento de Educación (DOE) de los Estados Unidos, el dominio del inglés por parte de los egresados universitarios experimentó una notable reducción en los diez últimos años. Sólo el 31% de los egresados tiene en la actualidad un manejo sólido del inglés, en comparación con el 40% de hace diez años. Grover J. Whitehurst, director del Instituto del DOE y responsable de la supervisión de la Evaluación Nacional Educativa de los Adultos, considera que el buen manejo de la lengua declina como consecuencia del aumento de horas que se pasan ante el televisor y en Internet.

«Advertimos que hay una marcada declinación de la lectura por placer, y eso se nota en nuestro manejo de la lengua», concluye Whitehurst.

Para colmo de males, cuanto mayor es nuestra conexión con mediación electrónica, más solos nos sentimos. Según un informe que se dio a conocer en los Estados Unidos, las relaciones humanas se redujeron una tercera parte en los últimos veinte años. No es extraño.

Según los resultados de un estudio que realizó el Kaiser Family Fund sobre la forma en que los niños usan su tiempo libre, los chicos estadounidenses pasan un promedio de seis horas y media por día, siete días por semana, viendo televisión, navegando por la Web, mandando y recibiendo mensajes de texto o dedicados a videojuegos y otros medios electrónicos.

Lo que resulta más alarmante es que el estudio reveló que la mayor parte de los niños interactúa con medios electrónicos en soledad. Por ejemplo, los chicos mayores pasan hasta el 95% de su tiempo viendo televisión en soledad, mientras que los niños de entre dos y siete años ven televisión solos más del 81% de su tiempo.

Los chicos se sumergen cada vez más en mundos virtuales y pierden los vínculos emocionales que se establecen en la relación participativa con otras personas. Esta nueva condición humana puede describirse en términos de «tristeza tecnológica».

¿Las futuras generaciones estarán eternamente solas? No, dicen los optimistas del campo tecnológico. Los ingenieros de algunos importantes centros de tecnología trabajan en la próxima generación de maravillas tecnológicas a los efectos de abordar nuestra existencia solitaria moderna.

El campo se llama «computación afectiva», y su objetivo es crear tecnología que pueda expresar emociones, interpretar y responder a las emociones de otras personas, además de establecer una sensación de intimidad con las mismas.

Hay computadoras que tienen cámaras incorporadas que les permiten reconocer el estado emocional de la persona. Investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), por su parte, desarrollaron una «computadora afectiva portátil» que registra diferentes estados emocionales y sutiles cambios emotivos por medio de la detección de cambios en el ritmo cardíaco, la respiración, la conductividad de la piel, la temperatura, el pulso y la actividad muscular.

Rosalind Picard, una de las investigadoras pioneras en el campo de la «computación afectiva», informa sobre sus hallazgos en un estudio que se llevó a cabo en el Laboratorio de Medios del MIT. Una persona virtual llamada «Laura» interpreta el papel de asesora y ayuda a personas reales a mejorar su nivel de actividad física.

Laura puede conversar, hacer gestos con la mano, mirar, hacer cambios de postura, asentir y tener expresiones faciales. Al igual que cualquier buen entrenador, Laura brinda a las personas una evaluación de su actuación, las ayuda a mejorar y las alienta con enfáticas expresiones faciales y verbales apropiadas para el estado emocional de éstas.

La reacción de las personas resulta reveladora. En comparación con las que interactúan con computadoras «no relacionales», varias de las personas —si bien no todas— que trabajaron con Laura hablaron de una relación emocional similar a la que cabría esperarse en el caso de un entrenador humano.

Otros experimentos realizados en la Universidad de Stanford tuvieron resultados igualmente positivos en lo relativo a agentes digitales empáticos incorporados que interactuaron con personas, lo que llevó a los investigadores a concluir que «los agentes digitales incorporados son actores sociales en el mejor sentido de la palabra ‘social’, capaces de establecer con los usuarios relaciones comparables a las que existen en el mundo de las interacciones humanas».

La verdad es que resulta difícil saber si reírse de tales pretensiones tecnológicas y considerarlas lamentablemente patológicas o si sentir miedo. No hay duda de que cada vez son más los jóvenes que se encuentran atrapados en mundos virtuales que sustituyen la experiencia de la vida real.

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