El Príncipe Guillermo de Inglaterra estaba viajando con tres amigos en un crucero que, durante dos semanas, los llevaría desde Dover (Inglaterra) a Calais (Francia) cuando decidieron entrar en el exclusivo club del barco para tomar algo.
Su sorpresa fue mayúscula cuando la encargada de la puerta de acceso les denegó la entrada pues la exclusiva sala estaba completa y, además, ellos no llevaban los tickets necesarios para poder acceder a esta zona VIP.
El Príncipe y sus amigos consideraron la anécdota como algo muy divertido y sin pedir ningún tipo de explicaciones se dieron media vuelta y se marcharon al restaurante público del barco a tomarse unos refrescos como unos turistas más.
