Un crucero en Shanghái para hombres de grandes fortunas y mujeres dispuestas a compartirlas es la última muestra de los desajustes del milagro económico chino. Con la arrogante opulencia del distrito financiero de fondo, el crucero remontó hace dos semanas el río Huangpu con 24 millonarios y 32 mujeres a bordo, reclutados muy rigurosamente.
El objetivo era abreviar a los ajetreados potentados los farragosos trámites de la búsqueda del amor.
Cuenta Adrián Foncillas en El Periódico que al crucero solo pudieron acceder los miembros del portal www.915915.com.cn (las cifras se pronuncian como jiu yao wo –solo quiéreme a mí–), una elitista agencia matrimonial.
Los hombres, de entre 28 y 50 años, debían acreditar su soltería y una fortuna de 200.000 euros –aunque muchos la multiplicaban por 10– levantada con trabajo y sin herencias.
También debían dejar claro que buscaban una relación seria antes de pagar los 2.780 euros del billete en el Capitán Número Uno, un exclusivo yate turístico que se asemeja a un velero, con cubierta de madera y tres mástiles de los que colgaron cientos de luces.
Al millar de mujeres presentadas al casting se les pidió belleza, educación universitaria, amabilidad y elegancia, aseguró la organización, que no aclaró en qué orden.
Las elegidas prometieron que solo perseguían el amor y pasaron un severo interrogatorio. Después, en el crucero, desfilaron en pasarela, cantaron, dibujaron y pronunciaron discursos para convencer a los pretendientes.
«También vinieron mujeres millonarias, que buscaban hombres aún más ricos y exitosos que ellas», aseguró Xu Tianli, director de la agencia.
Poco tiempo para relaciones
La velada fue fructífera para seis parejas que acordaron citarse al día siguiente al margen de la organización.
No parecen muchas, teniendo en cuenta que la lluvia había aconsejado proseguir los acercamientos en los camarotes privados. «Ha sido un éxito. Todos han quedado muy contentos. Estamos planeando más citas», declaró Xu en el diario China Daily. «Ellos están muy ocupados.
A la mayoría de las mujeres las conocen en el trabajo, y suelen considerarlas inadecuadas para una relación», añadió. Un estudio señalaba que los ejecutivos de entre 25 y 40 años son los que disponen de menos tiempo para relacionarse.
A ese problema se le añade la mayor desproporción de géneros del mundo, provocado por la política de hijo único: en China hay 119 mujeres por cada 100 hombres.
Todo ha conducido a un auge de las agencias matrimoniales en el país, donde tradicionalmente era habitual que la familia concertara las bodas y las unidades de trabajo del Partido Comunista las aceptaran.
«Esta es la forma más natural de conocer a alguien porque todos estamos aquí por lo mismo.
No puedes preguntar a la primera mujer que ves en la calle si está soltera», dijo uno de los adinerados participantes. «Mi madre y mi hermana han intentado buscarme novias. El problema es que si no me gustan y las rechazo, hago un feo a su familia», declaró otro.
Negocios, familia y esposa
«Siempre lo tuve muy claro: primero quería triunfar en los negocios, después ayudar a mi familia y solo al final encontrar una esposa», añadió el millonario, con apartamentos en Guangzhou (sur de China), Hong Kong y San Francisco.
Su, otro de los participantes del lujoso crucero, dice buscar una mujer guapa y con buena personalidad, desliza que «algunas solo vienen por el dinero», pero confía en identificarlas. «No quiero a nadie que solo me quiera por mi capital».
La púrpura del crucero ha indignado en China, donde el 0,4% de las familias acumula el 70% de la riqueza.
«Es una lástima perder nuestros maravillosos valores de amor y respeto. Es duro decirlo, pero no volverán. Nada detiene a la podrida ideología occidental», decía un internauta en un foro.
«Mujeres guapas en venta para hombres ricos, ese es el mensaje de la nueva China capitalista», decía otro.
En el minoritario bando contrario, un internauta aplaudía a las mujeres: «Hacen lo correcto al buscar un futuro mejor para ellas y sus hijos», sostenía un internauta que señalaba que el apego a los millonarios no es exclusivo de las mujeres orientales.
