El psicólogo clínico Walter Riso define ocho formas de amar nocivas en «Amores altamente peligrosos» (Zenith). «Entre el 20 y el 30% de la población padece uno de estos estilos en su caso extremo. A ese nivel se considera un trastorno de la personalidad», asegura.
ADN recoge los ocho estilos negativos que pueden ser perjudiciales:
Histriónico/teatral. Conquista al otro; piensa que vale por lo que seduce. Valora más el deseo que el amor. Siempre quieren más.
Paranoico/vigilante. Vigila, persigue a su pareja porque piensa que le puede hacer daño. Por eso no se entrega.
Pasivo/agresivo. Persona inmadura, que ve a la pareja como alguien dictatorial. No saben vivir con ella ni sin ella.
Narcisista/egocéntrico. Se siente único y menosprecia a la pareja, que es su admiradora. De ella espera que lo alabe.
Obsesivo/compulsivo. Es controlador porque considera al otro un ineficaz, un inútil, y termina anulándolo. Su pareja sobrevive convirtiéndose también en obsesiva.
Antisocial/pendenciero. El más fuerte es el que sobrevive, así que su pareja siempre es más débil. La trata con desprecio, la considera una cosa.
Esquizoide/ermitaño. Para él, su pareja no existe, es invisible. Sólo la quiere para tener un poco de vida social. No expresa emociones, no recibe ni da amor.
Limítrofe/inestable. Tiene un problema de identidad y miedo al abandono. Es explosivo y fluctúa entre el amor y el odio.