(PD).-«Yo fui tan bruta que cuando le daba de mamar a mi hija mayor la tapaba para que a ella no le llegaran los golpes. Una y otra vez me prometía que iba a cambiar y una y otra noche nos teníamos que encerrar las cuatro en una habitación para que no se enfureciera».
Así lo publica Cruz Morcillo en ; Al ex de Merxe le condenaron a 10 meses de prisión y 450 euros de multa por malos tratos. Ella debe pagarle 1.200 a él por daño moral y otra multa por «manipular a su hija». Charo, maltratada duratne años, está acusada de desobediencia y se enfrenta a 9 meses de cárcel.
«Me fui al hospital con las tres niñas descalzas y en pijama. Esa noche ya no aguanté más. Empezó a dar puñetazos en la cabeza a la mayor, me puse en medio y me lanzó uno a mí a la cara. Me movió la mandíbula. Entró detrás de nosotras corriendo en el hospital gritándome que era una puta y pidiendo que lo reconocieran a él porque yo le había pegado. El médico lo denunció a la Policía. El forense me dio 15 días de baja. Me escondí en un hotel con las crías hasta que se fijaron medidas provisionales».
El Juzgado número 4 de Vioelencia de Género de Segovia donde se sigue su causa ordena un tratamiento psicológico, técnico y social en un punto de encuentro de Valladolid. A él le vuelven a conceder visitas pese a un informe en el que se afirma que puede suponer un «peligro» para sus hijas.
La vida de Charo, que es profesora, se articula en torno a las consultas psicológicas de turno donde alguien ordena que acudan ella o sus hijas. Su ex marido, una persona con influencia en el entorno judicial, sólo tiene un interés: demostrar que las hijas sufren SAP (síndrome de alienación parental), una entelequia según sostienen reputados psiquiatras y psicólogos, construida por medio de falacias para usarlo como «terapia de la amenaza».