Tomás Cid, uno de los pocos esquiladores de burros que aún practica el oficio

Tomás Cid, uno de los pocos esquiladores de burros que aún practica el oficio
. Agencia EFE

Tomás Cid, natural de Ciudad Rodrigo y con 77 años de edad, es uno de los pocos esquiladores de burros que quedan en España y que aún practica el oficio de forma testimonial

Durante la jornada de hoy, este mirobrigense que lleva esquilando a los asnos desde que tenía siete años, se ha convertido en el protagonista de la Feria de Ganado de Mayo que acoge Ciudad Rodrigo, ya que en el recinto ferial ofrece exhibiciones de este trabajo prácticamente extinto, que sólo se pone en práctica de forma testimonial y sentimental.

En una entrevista con la Agencia EFE, Tomás Cid recuerda emocionado como hace años «parecía todo un mundo cobrar al dueño del animal un duro por esquilar al burro».

Se trataba de un trabajo esencial en las labores campesinas, ya que el asno tenía que estar en perfecto estado de revista para la temporada de verano, donde los burros tenían que desarrollar duros trabajos de carga: tirar de los carros repletos de paja, cargar con los haces de leña para el invierno, dar vueltas alrededor de la noria para sacar agua de riego o hacer surcos con el arado romano.

Por todo ello, «el burro tenía que estar fresco» para que pudiera rendir al máximo en las labores propias del campo, de ahí que «entre los meses de febrero y mayo recorríamos toda la comarca de Ciudad Rodrigo esquilando a los burros», ha dicho.

«Cada día, si nos daba tiempo, íbamos a un pueblo y la gente hacía cola esperando que le tocara el turno a su burro», ha recordado Tomás Cid, al que se le viene a la mente cómo la gente se enfadaba porque no le llegaba el turno con rapidez e, incluso, le esperaban al esquilador a la entrada del pueblo para ser los primeros.

Tardaban en cada burro alrededor de 45 minutos y sus herramientas eran cinco: las tijeras, las apeas, un ‘acial’, una ‘rasqueta’ y un ‘escobajo’.

«Las tijeras tenían que estar perfectamente afiladas», ha insistido el esquilador, a la vez que asegura que su manejo «no era nada fácil», ya que, si no tenías destreza, la tijera no cortaba bien los pelos del burro.

«Había gente a la que le parecía algo muy sencillo y cuando le dejaba las tijeras se daba cuenta de que era más complicado de lo que se pensaba», ha aclarado Tomás Cid.

Si el asno no se estaba todo lo quieto que debía, «entonces se usaba el acial», dos palos de madera de unos 20 centímetros cada uno, unidos por una cadena, que se colocaban en los morros del burro para inmovilizarlo.

Además, las apeas se colocaban en las patas de los animales para evitar alguna coz.

«Una vez, cuando todavía esquilaba con mi padre -Antonio Cid- teníamos mucha prisa y, por ganar tiempo, no apeé al burro, con lo que me llevé una buena coz en la frente, algo que me sirvió de escarmiento para que no me volviera a ocurrir», ha recordado Tomás Cid.

La rasqueta es el utensilio para limpiar a fondo los lomos del burro, una vez que se le había pasado la tijera, mientras que el escobajo es una escoba pequeña que se usa para limpiar los pelos del burro.

Este esquilador ha asegurado que «jamás me ha mordido un burro» y como anécdota ha comentado que «es más difícil esquilar a un burro cano o blanco que a uno marrón».

«Los pelos de los burros canos o blancos son muchísimo más duros y es más complicado», ha afirmado.

Tampoco se olvida de los mulos, ya que «eran animales muy usados y que también había que esquilarlos».

Ahora, los dueños de los burros, que ya han desaparecido de las labores del campo y que se suelen tener como mascotas o para divertimento, utilizan una máquina eléctrica, que facilita mucho la labor del esquileo.

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