Entre sus últimos proyectos inmobiliarios estaba el desarrollo de una megaurbanización en la República Dominicana
La muerte del empresario Luis García Cereceda, de 72 años, no ha pillado por sorpresa a sus íntimos, que hasta el viernes pasado le visitaban en su domicilio de La Finca, la urbanización de lujo que creó y construyó en Pozuelo de Alarcón (Madrid) y donde falleció en la madrugada del domingo.
Hace dos años le detectaron un cáncer y, mientras se sintió bien, continuó trabajando y haciendo millones.
García Cereceda, de 72 años, representa una de las fortunas más grandes de España, amasada gracias a sus importantes negocios inmobiliarios que comenzó en los años 70 y 80.
Época en la que se rodeó de hombres influyentes entre los que destacó el ex presidente del Gobierno, Felipe González.
El carismático y rico empresario siempre se ha caracterizado por su escaso afán de protagonismo y de ahí que apenas se cuenten con imágenes suyas y la información relacionada con su patrimonio sea escasa y opaca.
Gran parte de su inmensa fortuna procede de la venta de los terrenos que hoy ocupa La Finca a las empresas constructoras Parquesol y Nuevo Mundo.
En aquel momento las hectáreas que previamente había comprado al banco Urquijo se valoraron en doscientos millones de pesetas. Cereceda adquirió -entre otras muchas propiedades- el restaurante Zalacaín, coto privado de los megaricos, y montó sucursal en Pozuelo, donde se celebraron las bodas de los hijos de sus amigos.
Entre sus últimos proyectos inmobiliarios estaba el desarrollo de una megaurbanización en la República Dominicana, La Finca La Romana, para el que contaba como socio con Juan José Hidalgo, presidente de Globalia, y cuyo trabajo de arquitectura corre a cargo del reconocido arquitecto Joaquín Torres, de A-cero, quien también ha diseñado la mayoría de las casas de Los Lagos, en La Finca.
Era austero en sus gustos y espléndido con sus amigos y parientes, También con sus hijas y con los hijos de su mujer. Prácticamente no hay fotografias ni imágenes sociales suyas y tampoco renegaba de sus orígenes humildes.
No nació rico pero sí se hizo muy rico. Tuvo una primera etapa como tendero, después fue escaparatista y más tarde los dueños de la empresa Sagar le nombraron director general.
A partir de ese momento, su destino ya estaba marcado. Años después dejó de ser asalariado para convertirse en su propio jefe fundando Lugarce.
