Cuando alguien cena en un elegante restaurant de Roma o Milán, probablemente esté financiando al crimen organizado. Según una investigación del diario italiano La Repubblica, 1 de cada 5 locales de comida en esas ciudades están en manos de las diferentes mafias.
Los clanes más poderosos y temidos -la Camorra napolitana, la ‘Ndrangheta calabresa y la Cosa Nostra siciliana- se repartieron el territorio y en total emplean a 16 mil personas en 5 mil restaurantes, con el único objetivo de blanquear el dinero que obtienen por sus actividades ilegales.
Sus lujosos locales, con pocas mesas y para exclusivos clientes, le reportan a la mafia ingresos por más de 1.100 millones de euros anuales, más de lo que facturan algunas de las cadenas más reconocidas como Rossopomodoro, Anima e Cozze y Fratelli La Bufala.
Los clanes obtienen los locales de dos formas. Pueden comprarlos en forma directa, restructurándolos completamente y colocando en su gestión a personas de su confianza.
O pueden aprovecharse de propietarios en apuros financieros, prestándoles dinero con intereses excesivos que no podrán pagar y luego quedándose con el restaurante pero manteniendo a su viejo dueño como testaferro.
Los restaurantes, que la mafia cambia de nombre y refacciona con frecuencia para lavar su dinero sucio, son un eslabón más en una cadena que también incluye el control de los proveedores de alimentos y otros productos.
El informe de La Repubblica demuestra que la compra en 2008 por la mafia calabresa del Café de París, histórico local de Roma y símbolo de las noches de la «Dolce Vita», no fue un caso aislado.