Cuenta Le Figaro que un instante después de que el jueves 19 mayo 2011 el el juez neoyorquino Michael Obus concediera a Dominique Strauss-Kahn la libertad bajo fianza en arresto domiciliario, el ya ex director gerente del Fondo Monetario Internacional se volvió, por un momento, y miró hacia el público. En primera fila se encontraba su esposa, Anne Sinclair, que había volado el lunes desde París hacia Nueva York. DSK levantó la mano, saludó y sonrió.
«Ha sido la única vez que se ha visto sonreír a este ex líder mundial, acusado ahora de intento de violación, entre otros delitos, y con un futuro judicial (y un futuro a secas) bastante sombrío», señala el diario francés.
Anne Sinclair, 62 años, nacida en Nueva York, criada en París, de doble nacionalidad, bilingüe, periodista estrella de la principal cadena de televisión francesa durante los años ochenta, época en que Sinclair presentó un programa de entrevistas políticas, 7 sur 7.
Se casó con Strauss-Kahn en 1991: ella aportó dos hijos de su anterior matrimonio; él, cuatro de los dos suyos.
Sinclair es la nieta heredera de uno de los mayores marchantes de arte del mundo, Paul Rosenberg, e iba a emplear su fortuna en sostener su candidatura para la presidencia de la República en 2012.
Ahora Sinclair empleará unos 3 millones de dólares, según estimaciones de Le Figaró –9 millones si se cuenta la fianza de un millón de dólares y la garantía bancaria de cinco millones–, de su fortuna en la defensa de su marido, al que ya disculpó públicamente la infidelidad con una economista húngara que en 2008 a punto estuvo de costarle ya el cargo al exdirector del FMI.
ASÍ SERÁ LA VIDA DE STRAUSS-KAHN
El exdirector del FMI vivirá en un apartamento custodiado 24 horas al día por cámaras, con guardias armados en la puerta y con un brazalete electrónico en el tobillo.
Solo podrá salir, tras pedir permiso con seis horas de antelación, para ir al médico, al juzgado o a la sinagoga. Podrán visitarle cuatro personas a la semana, además de la familia.
Todo sufragado por el propio Strauss-Kahn o su mujer, que además deberán hacer frente a la minuta de los abogados penalistas más famosos y caros de Nueva York, William Taylor y Benjamin Brafman.
Estos han anunciado que contratarán, pagados por Sinclair, a la famosa firma de detectives privados neoyorquinos White Post Solutions a fin de que escarben en la vida de la empleada de hotel que puso la denuncia y en la de su familia, amigos, amantes o enemigos, a la búsqueda de una rendija por la que colarse y desacreditar su testimonio.