Se estrena en Las Naves del Matadero una nueva versión del clásico griego

Una Antígona demasiado adaptada

Hace dos años y medio pudo verse en este mismo escenario una versión maravillosa. El hecho de programar una y otra vez adaptaciones de Antígona no es malo sino lógico, tratándose de una piedra fundacional de nuestro teatro. Pero hay versiones y versiones, y cuando nacen alicortas, oportunísimas y coyunturales suelen desbarrar a tope. Esta Antígona, tiene del siglo XXI mucha demagogia de género, mucho cultivo intensivo de la desmemoria histórica del anterior gobierno, y mucha consigna vacua de no a la guerra. El resultado no es bueno. Con ese texto, escenografía e interpretación tienen que resbalar por fuerza a pesar de diversos aciertos.

El argumento de la Antígona de Sófocles es conocido por todos y si no es así, se lee en cosa de segundos (http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%ADgona). Nuestros revisionistas de esta ocasión, Isidoro Timón (director del Gran Teatro de Cáceres) y Emilio del Valle ( Producciones Inconstantes S.L) han alargado enormemente las intervenciones de Antígona, hija de Edipo, y de Creonte, rey de Tebas y tío de Antigona, para que lancen proclamas con sus ocurrencias de actualidad. La hermana de Antígona, Ismene, y el hijo de Creonte, Hemón, están más ceñidos al original. El Coro de los ancianos de Tebas ha sido transformado en una pandilla de juerguistas. Tiresias -el adivino anciano viejo, ciego- es ahora un cámara de televisión. La reina Eurídice, esposa de Creonte, no aparece, y por el contrario se crea un largo papel para una nodriza que inventó Jean Anouilh en su versión de 1942.

El espacio escénico se simplifica al máximo en una tendencia que ya asfixia los escenarios, que empezó siendo minimalista y ahora sólo es economicista (no gastar ni un duro). Los pocos recursos de mobiliario son caprichosos y los movimientos en escena, pasables. La escenografía tiene momentos y hallazgos, pero en general parece una suma de influencias varias, ensamblada con bastantes prisas. Hay una bañera portátil en la que las actrices chapotean y así se justifica que Antígona se nos ofrezca desnuda al inicio, un inicio de cinco minutos a oscuras que junto un final tres veces aplazado, la repetición del discurso programático de Creonte, y disgresiones varias, tiempos requetemuertos y números musicales, viene a indicar que principal preocupación de esta producción ha sido que dure lo más posible, superando artificialmente los cien minutos. Dicho lo cual, la pieza tiene también momentos bellos y efectivos, intuiciones certeras y aportaciones válidas de todo el equipo artístico y técnico.

Para el director, Emilio del Valle, es una soñada irrupción en la primera fila del teatro nacional, en la mejor sala española del momento, con producción ambiciosa y título clásico. Su trabajo nos pareció interesante en pequeño formato, cuando hizo La tierra de José Ramón Fernández, en 2006, y La lluvia amarilla de Julio Llamazares, con adaptación de José Ramón Fernández, en 2007. Ahora, con la madurez de los cincuenta cumplidos, estrenando en Mérida, manejando una versión propia y en lo alto de la temporada madrileña, todo ayudaba a una consagración. Pero tendrá que esperar. La producción naufraga por culpa de la versión y no puede ser enderezada con escenografía e interpretación en las que pesan los desaciertos.

Es responsabilidad del director haber permitido y probablemente fomentado este Creonte tabernario, inspirado en tópicos manidos de la izquierda actoral sobre la derecha panfletaria. Chete Lera se encasilla y repite esos personajes supuestamente fascistoides de sainete televisivo, en vez de abundar en otras dotes como las que Juan Carlos Pérez de la Fuente mostraba de él en el don Marcial de ‘Angelina o el honor de un brigadier’ de Jardiel Poncela, o el Rey basilio de aquella La vida es sueño de Calderón de 2008, o el don Mauro de la Puerta del Sol de Galdós de ese mismo año, o el Edgar Allan Poe de ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? de Alfonso Sastre, del año anterior. ¿Perjudicado por la fama fácil, dócil al gusto dominante?

Es responsabilidad del director que Montse Díez haga una Antígona García Pérez a pie de calle, decepcionante, que subida en un piano se despide con un parrafón sobre las ventajas de ser mujer y tener la regla francamente de ruborizarse.

Chema de Miguel es el que nos pareció más ajustado de todo el elenco, y Carolina Lapausa empieza convicente pero termina difuminándose. Sin duda, el coro de soldados payasos es lo mejor de la obra: están muy bien los cinco, individual y colectivamente, destacando el enorme capitán y los aportes de la batería y el saxofón.

Es responsabilidad del director, una nodriza que parece una amiga de las jovencitas que cuida, y el recurso permanente a la cursilería, a la ñoñez, para generar artificial empatía en el respetable y siempre manipulable público. Siendo siempre de agradecer la música en vivo, no termina de cuadrar la pianista permanentemente en escena. En cuanto al vestuario es también irregular, oscilando entre el acierto del coro y el desastre del último atuendo de la protagonista.

‘He intentado huir de todo tipo de panfletos’, ha dicho el director, pero no lo ha logrado. ‘El oráculo contemporáneo no está en Delfos, sino en el mundo del audiovisual e internet’, se justifica el director por haber convertido al ciego sabio Tiresias en un jovenzuelo con la cámara a cuestas. La idea es buena, pero no lo es el resultado.

‘Nuestra versión está muy pegada a Sófocles», se defiende Timón, argumentando que han manejado tres traducciones diferentes, aunque reconociendo que se han basado fundamentalmente en la versión de Anouilh. Pero la realidad es que una vez más la versión perjudica al original, y la tragedia clásica, que no es clásica por casualidad, es sepultada por las interpretaciones interesadas y sesgadas.

La peor de las varias que esta versión cultiva es la demagogia feministoide -peor que las enjundiosas sentencias a base de noticias de prensa- aunque la más evidente es la de la búsqueda de fosas comunes procedentes de la represión franquista de posguerra: «Nunca he entendido muy bien por qué se ha generado este conflicto ideológico. Enterrar a un familiar tiene un valor extraordinario en la sociedad occidental», afirma Emilio del Valle. Más bien, lo tenía; los mismos que claman por enterrar al abuelo han conducido a sus fallecidos padres al crematorio en desangelados actos sin el menor ceremonial de respeto a los muertos. ¿Enterrar de nuevo a los ya enterrados y no enterrar a los que fallecen ahora? Estas contradicciones señalan la manipulación absoluta del fenómeno que hemos vivido en años recientes, la búsqueda de un lamentable protagonismo en no pocos casos, la politización malsana del derecho de los familiares a buscar y desenterrar los restos de sus desaparecidos y a rendirles los honores que les parezca oportuno.

En la versión original, el coro proclama al final: ‘Con mucho, la prudencia es la base de la felicidad. Y, en lo debido a los dioses, no hay que cometer ni un desliz. No. Las palabras hinchadas por el orgullo comportan, para los orgullosos, los mayores golpes; ellas, con la vejez, enseñan a tener prudencia’. En esta versión, no.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Versión, 5
Dirección, 6
Interpretación, 6
Escenografía, 7
Producción, 6

TEATRO ESPAÑOL
Las Naves del Matadero
ANTÍGONA.SIGLO XXI
Dirección: Emilio del Valle
Versión de Isidoro Timón y Emilio del Valle
Del 2 al 19 de febrero

Reparto (por orden de intervención)
Antígona Montse Diez
Nodriza Carolina Solas
Ismene Carolina Lapausa
Creonte Chete Lera
Guardián/Mensajero Chema de Miguel
Hemón Eduardo Mayo
Tiresias Jorge Muñoz
Coro 1 Ángel Jodra
Coro 2 Nacho Vera
Coro 3 Alberto Guio
Coro 4 Javier Ceballos
Coro 5 Carlos Perez
Pianista Montse Muñoz

Equipo Artístico y técnico
Versión Isidro Timón – Emilio del Valle
Ayudante de dirección Marcus Von Wachtel
Espacio Escénico y vestuario Cecilia Hernández
Iluminación Jose Manuel Guerra
Música Original Montse Muñoz
Espacio Audiovisual Jorge Muñoz
Productor Ejecutivo José Luis Huertas
Regidor José Luis Huertas
Luces José Manuel Guerra
Una producción del Festival de Mérida.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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