"Con Alberto de Monaco viví un cuento cuyo final estaba anunciado desde el principio"
Hay personas a las que creemos conocer totalmente, de las que todo el país habla, a las que nadie ignora. Ana García Obregón es una de ellas. La hemos visto reír, llorar, amar, sufrir… Pero, ¿la conocemos de verdad? No. Para ello hay que leer y escuchar su propia voz en este libro, en el que ella misma hace memoria con todo lujo de detalles y en el que abre su corazón.
Ana recuerda su enfermedad de niña, su etapa de estudiante modélica que soñaba con bailar en un teatro vacío y compartir su alegría con el público. También fue una adolescente que, sin querer, tiró durante un almuerzo al que la invitó su amiga Mery Martínez-Bordiú una cabeza de gamba a Franco, y una estudiante de Arte Dramático que encandiló a Robert de Niro y a Steven Spielberg. Supo aparcar su carrera por amor y supo recomponerse cuando Fernando Martín, el gran amor de su vida, murió.
Ana Obregón no ha dejado nunca de aprender: en su infancia estudió ballet y piano, y a los doce años se aplicó para hallar el mejor modo de vencer la enfermedad que la estaba consumiendo, algo que logró en gran parte gracias al afán de hacer realidad sus sueños.
Desde entonces no ha parado de formarse y estudiar: primero una carrera, Biología, que la colmó hasta que el mundo del espectáculo llamó a su puerta, y después Interpretación en Nueva York y Danza en Los Ángeles para, ya como actriz, dar lo mejor de sí en su trabajo ante la cámara de la mano de directores como Luis García Berlanga o Vicente Aranda.
Ana Obregón, a quien todos creemos conocer porque se ha colado en innumerables ocasiones en nuestras casas gracias a algunas de las series y programas más populares de nuestro país, ha luchado, ha amado, ha sido amada y también ha sufrido en bastantes ocasiones. Pero de todo ha sacado alguna enseñanza y experiencia, la mejor de las cuales, según reconoce, la de ser madre.
Ahora, mirando atrás, ha comprendido que en su trayectoria vital y profesional existía una sola cosa que todavía no se había atrevido a hacer: escribir un libro. Y gracias a ello vamos a poder al fin conocer a la Ana de verdad en estas páginas, en las que sin ataduras, con total libertad, desnuda su alma.
EL LIBRO
Ana Obregón es una mujer polifacética: bióloga, actriz, presentadora, bailarina, guionista, cantante… Sus fotos han ilustrado infinidad de páginas y portadas de revistas. Se ha escrito mucho sobre sus trabajos cinematográficos y en televisión y se ha hablando de sus amores y desamores, quizá demasiado, y en muchas ocasiones sin saber si era verdad o no aquello que ocupaba el espacio de programas y revistas de cotilleo. Creíamos saber todo sobre ella, pero no es así.
«Aquí dejo escrita mi verdad». Una verdad tejida de sueños y realidades, de risas y lágrimas, de amores y desamores, de éxitos y fracasos. A largo de estas páginas, Ana va a sorprender a todos, empezando por su propia familia, que va a descubrir momentos trágicos en la vida de Ana que, hasta ahora, habían permanecido escondidos en el fondo de su corazón, como aquella vez que estuvo a punto de morir en el incendio de su apartamento en Nueva York, o el asalto a su casa en Hollywood, durante el cual pensó que iban a matarla. Y es que, en este libro, Ana Obregón hace «un posado del alma».
Consciente en todo momento de que ha sido, y es, una privilegiada («una niña que vivió en un hogar lleno del cariño de sus padres y rodeada de sus cuatro hermanos»), deja al descubierto a su verdadero yo: Ana es esa niña enferma que salía por la ventana colgada de su imaginación a vivir una vida que, en ese momento, se le resistía y que le valió el apodo familiar de «Antoñita la fantástica». Ana es la niña que ama el baile por encima de todo y que se muere por la belleza del Nocturno de Chopin. Es la estudiante que devora libros, que atrasa una importante intervención médica por un examen de matemáticas o por un rodaje junto a Bo Derek. Es una mujer que ha amado y a la que han amado. Es la madre que defiende a su retoño como una leona. En resumen, Ana es una mujer que ha vivido intensamente, con sus verdades y sus contradicciones, que ha estado en el ojo del huracán, muchas veces sin quererlo y que, harta de ser juzgada y condenada sin más motivo que el de haber luchado en pos de sus sueños, sus anhelos y sus deseos, ahora quiere que conozcamos su vida, pero de su puño y letra. «Hay solamente una Ana dentro de muchas Anas, pero la que bailó un vals con el Príncipe de ojos azules heredero al trono de Montecarlo es la misma que salió con un stripper, porque no importa cuántas Anas haya. A mi corazón nunca le importó «quién eres» sino «cómo» eres».
Por eso, este libro destila sentimientos por cada una de sus páginas. Alegre, divertida, enamorada, en soledad, en familia, enferma, sana, despistada, traviesa, estudiosa… Con ella revivimos sus «Obregonadas», como llamar «Señora» a Francisco Franco, hacer una reverencia al portero del casino de Montecarlo confundiéndolo con el príncipe Rainiero, vacilar por teléfono al Rey de España o al Ministro del Interior, pensando que eran unos bromistas o hacer una paella incomestible para Steven Spielberg.
Un libro que, como las buenas películas, contiene todo. Para sentarse a escribir, Ana ha vuelto a leer los diarios que ha llevado consigo desde que era una niña y el resultado es un libro en el que nos adentramos como si estuviéramos asistiendo al estreno de la película de su vida, como dice ella, secuencia por secuencia. «Un estreno al que todos estáis invitados».
ANA DE CERCA
¿Actriz o bióloga?
«La decisión más importante de mi vida: me concedieron una beca para investigar en Houston a la que habían optado biólogos de toda España, pero por otro lado sentía un deseo desmesurado de ser actriz. La Biología estaba en mi cabeza y la interpretación en mi corazón. Elegí con el corazón».
Los sueños de Ana
«Antoñita la Fantástica me llamaban mis hermanos cuando éramos pequeños y yo me encontraba enferma, imaginando un mundo maravilloso muy lejos de mi realidad de niña desahuciada».
«En el fondo me hubiera gustado ser como mis hermanos, pero mi alma necesitaba libertad, quería volar, perseguir y conseguir lo imposible».
«Seas quien seas, no dejes de creer nunca en la belleza de tus sueños. No te hundas si no te entienden y afirman que mientes, persevera en tu imaginación y en la fe en tu propia capacidad porque, al final, tu sueño se cumplirá».
«Le pese a quien le pese, voy a seguir soñando».
Las ciudades de Ana
«He vivido en Londres, Nueva York, Los Ángeles, Roma y París. Todas llevan dibujadas en sus calles las huellas de mis pisadas persiguiendo un sueño».
«En Londres pude aprender que la facilidad siempre se encuentra al lado de la dificultad».
«Los dos años que pasé en Nueva York han sido los más excitantes de mi vida».
Los Ángeles: «Tres años de lucha, de castings, decepciones, esperanzas, alegrías, momentos de flirteo y rodajes en la única ciudad del mundo donde todos sueñan con ser estrellas y sólo unos privilegiados lo consiguen».
Los secretos de Ana
«Escribir una carta a los Reyes Magos se convirtió en un ritual constante y secreto en mi vida: rellenar un papel en blanco de deseos por los que tenía que luchar confiando en mí misma suponía para mí el reto más atractivo de cada año (…) El día que deje de escribir deseos será como si me hubiera muerto por dentro».
«Las únicas ocasiones en que me sentí guapa era cuando me reflejaba en los ojos de quien amaba».
La soledad de Ana
«Un sentimiento que me acompañó toda la vida hasta el momento del nacimiento de mi hijo. Ese mismo día la encerré en un cajón y ahí ha permanecido atrapada hasta que Aless se fue de casa para estudiar. Quizás esa soledad hay sido mi amor más duradero».
La familia de Ana
«Mi padre ha sido durante toda mi vida mi ejemplo particular de lucha en el trabajo (…). Su voluntad y su perseverancia han marcado mi vida (…). Nos enseñó que en esta vida nadie te regala nada. ‘Hija, intenta ser siempre la mejor posibilidad de ti misma'».
«Mi madre siempre fue, y sigue siendo, mi cómplice en todo».
«El día que nació mi hijo ha sido el más importante de mi vida. Recordé la frase que escribí en mi diario con 13 años cuando estaba enferma: ‘Soy feliz pensando que algún día seré madre’. Ya había llegado ese día: era mamá y por fin era feliz».
«Lo verdaderamente meritorio es aprender a ser felices sin ninguna razón, sin motivos. Se trata de buscar y encontrar una felicidad interna que está dentro de cada uno de nosotros, que nadie te puede arrebatar porque sólo depende de ti, que te da una inmensa paz, luz y un sentimiento de gratitud hacia todo lo que tienes, que en mi caso es mucho: mi hijo, mi familia, mis amigos».
Ana y los hombres
«Los hombres me han dedicado goles, canastas, canciones y cuernos».
«Nunca he consentido que ningún hombre me pagara nada salvo detalles muy excepcionales, y más bien he sido yo quien ha pagado. Pero no me importa. Todo lo que se puede comprar en esta vida es barato».
«Nunca me he enamorado de un actor con el que haya trabajado».
«Miguel Bosé [su primer amor] era el regalo que me hacía la vida tras una infancia llena de sufrimiento».
«Francis Franco fue el primer hombre que me miró como mujer, consiguiendo que el patito feo que llevaba dentro se sintiera un poquito menos feo».
«Robert de Niro, ¿qué quieres de mí?»
«A Steven Spielberg le guardo en un lugar especial de mi corazón, donde los recuerdos se mezclan con los sueños que un día compartimos hace mucho tiempo en Hollywood».
«Alberto de Mónaco me gustaba. Demasiado. Era divertido, inteligente, guapo, un piscis como yo lleno de sensibilidad e imaginación… Pero no podía ser… Con Alberto viví un cuento cuyo final estaba anunciado desde el principio».
Fernando Martín, «el hombre más guapo que había visto en mi vida… Lo que sentimos Fernando y yo fue un flechazo desde el primer segundo… Al tener sus labios junto a los míos sentí que besaba la vida… Por primera vez en mi vida la soledad me había dado un descanso. Sentí que alguien, por fin, me quería de verdad… Tres años que puedo asegurar que fueron los más felices de mi vida… El amor de mi vida».
«Alessandro Lecquio me pareció un héroe, un salvador, el hombre que necesitaba, dispuesto a recomponerme y a realizar actos de valentía por mí»… Pero… «Los trenes pasan una vez en la vida y, por mucho que intentó volver conmigo durante mucho tiempo, mi tren ya estaba muy, muy lejos de él…».
«En Davor Suker encontré todo lo que estaba esperando sin saberlo: un hombre generoso, honesto, con la humildad de los grandes, que aceptaba y admiraba mi carrera y, sobre todo, que no pretendía cambiarme… Gracias a Davor conseguí un equilibrio como madre, en mi carrera y en mi corazón, y él aceptó con clase y paciencia mantenerse en un segundo plano, pues sabía que para mí lo primero era mi hijo».
«David Beckham, lejos de ser el sex symbol mundial que creía que era, descubrí a una persona sencilla, humilde, buen padre, que acababa de aterrizar en un país donde no conocía a nadie». «Me sentí feliz de no haber caído en la tentación. Para él hubiera sido un polvo más y para mí dolor de corazón al día siguiente». «Victoria, me disculpo por no haberme acostado con tu marido».