La anciana está extrañamente agradecida, ya que entiende que lo han hecho todo por su bien
Golda Humphrey, de 79 años, está extrañamente agradecida. Entiende que los médicos, los mismos que se cachondeaban de ella junto a las enfermeras al ver como día a día le creía un grano en la punta de la nariz -la llamaban con sorna Pinocho nada más verla a modo de saludo- lo han hecho por su bien.
El caso es que a la pobre y resignada abuela, en sus años mozos conductora de autobús, le han tenido que amputar la nariz en un hospital del condado inglés de Essex, y ya no hay quien arregle el desaguisado resultado de un garrafal error en el diagnóstico médico, que han solventado de momento los responsables entregándole un postizo de plástico por si tiene que ir a algún sitio y no dar el cante.
UN CÁNCER DE TOMO Y LOMO
Golda había sido ingresada en el centro médico tras romperse una pierna y, con el tiempo, se le formó una extraña costra en la nariz. Los doctores, con el buen ojo que les caracteriza en este caso, lo achacaron a la medicación sin darse cuenta de que, en realidad, lo que pasaba era que estaba desarollando un tumor canceroso de mucho cuidado.
Tras cinco meses de esta guisa no les ha quedado ahora otra que cortar por lo sano, y nunca mejor dicho, dejando a la señora hecha unos zorros ante el lógico enfado de sus familiares, que ya preparan la pertinente demanda.