Amor a tres bandas

Lo que Amador Mohedano y Rosa Benito no han contado de un matrimonio sospechoso

Varias personas que conocieron a la Benito cuando era peluquera me cuentan lo que siempre vieron oculto tras su humilde papel de maquilladora de su famosa cuñada

Lo que Amador Mohedano y Rosa Benito no han contado de un matrimonio sospechoso
Rosa Benito y Amador Mohedano. CR

Daba igual si había que fundir anillos, ingresarse en una clínica psiquiátrica o aparecer con barba de tres días paseando por Chipiona

Desde que Rosa Benito y Amador decidieran emular a Nacho Polo y Víctor Sandoval, su matrimonio es cosa de tres: ellos, la televisión y la audiencia.

Los problemas entre ambos empezaron mucho antes de lo que nos han contado. Una vez falleció la Jurado, Amador se instaló en Chipiona.

Hacía su vida allí y, de cuando en cuando, se dejaba caer por Madrid para visitar a la familia. La excusa era el interminable museo en memoria de Rocío. Sin embargo, la realidad era otra muy distinta.

La depresión llamó a la puerta del representante y su carácter cambió. Estaba triste y lloraba. Eso le amargó el carácter y de común acuerdo con Rosa decidió abandonar el hogar familiar. Lo que tenía que haber sido una separación temporal se convirtió en sine die.

Aunque instalado en Chipiona, Amador seguía llevando las riendas profesionales de su familia.

Negoció una entrevista en Telecinco para su hija y aprovechó para meter a Rosa en Sálvame, que estaba sin trabajar porque habían prescindido de sus servicios en El Programa de Ana Rosa.

Todo vale para Rosa Benito

Varias personas de las que conocieron a la Benito en los días en que era peluquera, maquilladora y asistenta de Rocío, me cuentan que siempre vieron en ella ganas de sobresalir.

Se notaba que anhelaba protagonismo mediático. Sin embargo, entonces era imposible. Su momento llegó con el fallecimiento de su cuñada.

De las mañanas de Ana Rosa, pasó a Sálvame. El formato le venía como anillo al dedo, pues se trata de un reality donde los integrantes tienen cuota de pantalla en función de su historia vital. Por supuesto hay excepciones, pues está claro que los Kikos, Mila y Lydia siempre están a la caza y captura de información.

Rosa encendió la mecha de sus problemas matrimoniales en su programa. El tema funcionó, y de qué manera.

A partir de ahí, entró en una espiral de locura televisiva para mantenerse en el candelero. Empezaron a desfilar amantes de Amador y ella se mostraba compungida, cosa que no se comprende, pues ya entonces estaban separados.

Mientras tanto, el hermano de la Jurado alimentaba la polémica a través de mensajes y conversaciones con colaboradores de Sálvame. Estaba claro que ambos ya se habían puesto de acuerdo para rentabilizar sus miserias.

Daba igual si había que fundir anillos, ingresarse en una clínica psiquiátrica o aparecer con barba de tres días paseando por Chipiona.

Tengo claro que la Benito hará lo que sea por mantenerse en pantalla. Es una yonkie de la televisión. Necesita su chute diario de cámara para vivir. La cuestión es que aquí nadie le exige que haga nada, la elección es suya.

Gran parte de culpa de la debacle de Chayo la tiene ella, que ha hablado de cosas que no le correspondían sobre su hija con el fin de mantenerse. Y ha conseguido su propósito, mientras que Chayo, que el don de la palabra no es lo suyo, no ha sabido salir del atolladero de la polémica en que la ha metido su madre. Todo vale para Rosa.

No me extraña que Andrés, marido de Chayo, le dijera a mi amigo y compañero Saúl Ortiz que los padres de su mujer, cuanto más lejos, mejor.

 

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