¿Deben estar sus padres? ¿Debe ir de uniforme?

El Rey y el atuendo de Felipe VI traen de cabeza a los expertos en protocolo

De entre las incógnitas que aún rodean la proclamación del 19 de junio hay dos que han suscitado especial debate, y no sólo a nivel político

El Rey y el atuendo de Felipe VI traen de cabeza a los expertos en protocolo
Felipe de Borbón. EP

Cada gesto y cada detalle de la entronización de Felipe VI se mirará con lupa. Suena a frase hecha pero es mucho más, es historia viva.

«El protocolo de ese día será lo que defina su estilo de reinado», vaticina el director del Instituto Universitario de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela, Carlos Fuente.

Él conoce bien a Don Felipe y su equipo, puesto que durante más de tres décadas coordinó el protocolo de los Premios Príncipe de Asturias. Y si algo tiene claro es que la Monarquía de Felipe VI será nueva en el fondo, «pero también en la forma». Desde el mismo jueves 19 de junio de 2014.

Por lo pronto, esos primeros gestos incluirán: una proclamación en el Congreso con sólo un centenar de invitados en la tribuna -sin casas reales ni jefes de Estado ni de Gobierno-; un recorrido en coche camino del Palacio Real para que Don Felipe y Doña Letizia saluden a los ciudadanos que se congreguen en el centro de Madrid; y, una vez allí, una recepción sobria para que también presenten sus respetos al nuevo Monarca quienes no puedan hacerlo en la Cámara Baja. Y no incluirán ceremonia religiosa.

Pero en la reunión que mantuvieron el martes en el Congreso los servicios de Protocolo de las Cortes unidos a los de Zarzuela y La Moncloa quedaron dos incógnitas en el aire que están suscitando un debate especialmente intenso a nivel político y también entre los expertos en protocolo.

¿Debe ir Don Juan Carlos I a la proclamación de su sucesor?, ¿debe el nuevo Rey vestir de civil o de militar?

«Que no estén los Reyes sería no darle toda la ceremonia y la solemnidad que requiere el acto», opina el consejero delegado de la Escuela Internacional de Protocolo, Gerardo Correas. En el otro lado, el recientemente reelegido presidente de la Asociación Española de Protocolo, Juan Ángel Gato, señala que a nivel protocolario ello podría traer «algún problema».

No en vano, para entonces la figura de Don Juan Carlos aún no estará aún regulada por ley.

Y tercia Carlos Fuente:

«Es una decisión exclusivamente de ellos, pero no parece que sea propicio porque robarían protagonismo al nuevo Rey».

Ése, el de centrar la atención exclusivamente sobre Felipe VI, es el argumento que más se viene escuchando. Porque que el Conde de Barcelona no estuviera en la proclamación de Juan Carlos I no es comparable.

¿De uniforme o de civil?

El PNV pidió este martes que el nuevo jefe del Estado acuda el jueves al Congreso vestido de civil porque es una «jura civil», por mucho que vaya a convertirse en jefe de los Ejércitos.

Ese día recibirá los honores militares de la Guardia Real y habrá un saludo militar una vez abandone el hemiciclo, pero ni lo uno ni lo otro implican que tenga que vestir el uniforme de capitán general de los Ejércitos. Así que a su elección queda.

«Me parecería un error que en su primera aparición como Rey fuera vestido de militar», advierte el director del Instituto Universitario de Protocolo. Su colega de la Asociación Española de Protocolo añade más: «Una imagen valdrá más que mil palabras ese día, e ir de militar tiene unas connotaciones que recuerdan a otra época», argumenta.

Lo que sí parece claro -todo lo claras que están las cosas a ocho días- es que el escenario empleado será similar al del día en que Don Felipe juró la Constitución al cumplir la mayoría de edad, mucho más modernos que el de la jura de su padre en 1975. Y ese día, el 30 de enero de 1986, el heredero iba de civil, con chaqué.

La comunicación no verbal hablará tanto de él ese día y los siguientes como su primer discurso como Rey. O más.

Y, como señala el consejero delegado de la Escuela Internacional de Protocolo, Gerardo Correas, Don Felipe es mucho más del modelo del Papa Francisco que del de Guillermo de Holanda, quien el año pasado se gastó 11 millones de euros en los fastos de su entronización.

 

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