Se trata de seis pequeñas hojas de doce por quince centímetros, escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre

La Biblioteca Nacional de España adquiere los últimos escritos del poeta Miguel Hernández

Desde junio de 1941 hasta el día de su defunción, 28 de marzo de 1942, el poeta vivió alojado en la enfermería de la prisión, enfermo de tuberculosis

Miguel Hernández, poeta y dramaturgo español tradicionalmente encuadrado en la generación del 36, aunque fue más próximo a la generación del 27, falleció en 1942.

Un año antes escribió su último manuscrito que recientemente ha adquirido la Biblioteca Nacional de España.

Se trata de seis pequeñas hojas de doce por quince centímetros, escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre, y con los bordes envejecidos e irregulares.

Desde junio de 1941 hasta el día de su defunción, 28 de marzo de 1942, el poeta vivió alojado en la enfermería de la prisión, enfermo de tuberculosis.

Acosado por tres sacerdotes que buscaban su reconversión y la abjuración de sus ideas, el escritor se resistió negando su retractación política, lo que impidió su ingreso en el sanatorio antituberculoso valenciano de Porta Coeli.

Como afirma Rovira, Catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Alicante, sobre sus escritos: «metáforas de alguien que, en su escritura y su vida, quiso dejar constancia, sobre todo, de su voluntad de ser libre».

Su mujer, Josefina Manresa, cuenta en su libro «Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández», que «transcurrió un mes hasta que pude ver a mi marido, lo sacaban entre dos personas, que no sé si serían presos, cogido del brazo, y lo dejaron agarrado a la reja. Llevaba un libro en la mano, eran dos cuentos para nuestro hijo.

Al terminarse la comunicación, quiso darle él por su mano el libro al niño, y no le dejaron hacerlo. Un guardia se lo tomó y me lo dio a mí».

El texto consta de cuatro relatos infantiles: «El potro oscuro», «El conejito», «Un hogar en el árbol» y «La gatita Mancha y el ovillo rojo».

Los escribió entre junio y octubre de 1941, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a donde llegó desde el Penal de Ocaña siendo el último viaje de Miguel Hernández, quien, en sus cartas de este período, tiene dos obsesiones: el reencuentro con su mujer y poder ver a su hijo Manuel Miguel, para quien escribió estos relatos. Son por tanto estos cuentos los últimos escritos del poeta.

Estos cuentos infantiles muestran que, en sus últimos años de vida, junto a la poesía, el autor desarrolló otro registro de escritura en prosa.

La Biblioteca Nacional de España conserva algunas piezas manuscritas de Miguel Hernández: un poema perteneciente al «Cancionero y Romancero de ausencias» y tres hojas de papeles autógrafos con versos: «La espera puntual de la semilla», «¿Sigo en la sombra?» y «El hombre no reposa».

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