El bloqueo del Partido Popular a la petición de explicaciones sobre las relaciones del pequeño Nicolás con altos cargos del Gobierno municipal de Madrid no ha hecho más que poner en evidencia la crisis larvada que se vive en el Palacio de Correos.
La situación es de órdago, según fuentes municipales. La alcaldesa Ana Botella, cada vez más encerrada en su mundo, ha hecho mutis mientras que la nube tóxica levantada por el pequeño Nicolás sigue emponzoñando algunas dependencias del Ayuntamiento.
Ya no son sólo las fotos embarazosas de la propia Botella con Francisco Nicolás Gómez Iglesias, sino las declaraciones del «niño de FAES» -crecido al socaire de la fundación del marido de la alcaldesa, José María Aznar, y de su mano derecha, el secretario de Estado de Comercio Jaime García Legaz- que exigirían algo más que los balones fuera y los ataques al contrario del portavoz municipal, Enrique Núñez.
A Núñez le ha tocado lidiar con la cuestión, y eso que no es tarea fácil si se tiene en cuenta que su nombre se ha vinculado al despacho de García Legaz en el Ministerio. El delegado de Seguridad ha optado por una estrategia con dos ejes. Por una parte, desacreditar las relaciones de los afectados municipales con el joven y, por otra, lanzarse al ataque de los grupos de la oposición, que han encontrado una brecha jugosa.
Sin embargo, y por más que Núñez se empeñe en su labor -que, todo sea dicho, contrasta con el repentino silencio de quienes han presumido de galones en la Corte municipal de los milagros de Botella-, algunos tienen plomo en las alas.
