Jordi Cruz vuelve a ser protagonista en la pequeña pantalla con la segunda edición de ‘Masterchef Junior’, el chef juzga ahora a los más pequeños en la nueva versión infantil del programa de Televisión Española.
Entre niños, el cocinero catalán no se ha dejado llevar por la ternura y está viendo como la etiqueta de ‘guapo’ se torna en cierta fama de ‘malo’. Su férrea disciplina a la hora de juzgarles ha hecho que todos le señalen como el más duro de conquistar. Él lo afronta con humor.
CHANCE: ¿Qué diferencia notas entre los chicos de ahora de «MasterChef Junior» con los del año pasado?
JORDI CRUZ: Lo que más me sorprende a mi de los niños es la actitud que tienen, tienen virtudes que los mayores debemos recuperar, como el buen humor y la alegría. Si le pusieras cualquier capítulo de ediciones anteriores, tanto de ‘MasterChef’ como de ‘MasterChef Junior’, y le quitaras el sonido, ellos te lo subtitularían. Se lo saben de memoria, lo han visto cuarenta veces. Saben más de cocina que los anteriores, llegan con un léxico increíble y preguntan cosas que no preguntaban los niños de la primera edición.
CH: Te has convertido en el malo del jurado para los más pequeños…
J.C: No soy el malo (Ríe). Por comparación, no es mi dureza sino la flojedad de los demás. Se pasan el programa llorando. A Pepe los niños le encantan. Se emociona cuando los ve porque ve a sus propios niños. Se nota que le encantan. A mí, sin embargo, no se me nota porque no he tenido hijos.
CH: Algunos cocinan desde que vieron la primera edición de ‘MasterChef’, será un orgullo haber despertado esa pasión…
J.C: Claro, lo que queremos es promocionar el acto de cocinar, a nivel profesional o a nivel amateur. Alguna vez preguntamos a los mayores si ellos se planteaban ser cocineros. Decían que sí pero no muy convencidos, porque les gusta cocinar pero se sienten obligados a decir que se quieren dedicar a ello profesionalmente. Me acuerdo que pregunté a un niño lo mismo y el dijo que le gustaba mucho la cocina y que lo podía incorporar en su día a día y si cocinaba él era más sano y le salía mejor de precio. Contestó mejor que un adulto.
CH: La misión está cumplida entonces…
J.C: Para nosotros sí a nivel de satisfacción personal. Nosotros somos cocineros y nos motiva hablar de nuestro oficio con respeto, dignificándolo y promocionar el acto de cocinar. Tenemos la suerte de que nos llevamos muy bien y somos amigos sin fingir nada. A mi me encanta tocarle las narices a Pepe y a Samantha y ellos a mí lo mismo.
CH: Estamos en una época en la que se habla mucho de la comida rápida y la obesidad infantil…
J.C: O al revés porque también se habla mucho de productos saludables. Los productos biológicos son las lechugas que ha plantado el campesino de toda la vida sin más tonterías. O sea que hay que descubrir cual es la cocina buena e interesante y cual es la cocina del apaño.
CH:¿Comemos ahora peor que nuestros abuelos ?
J.C: Se come mejor que hace cien años porque tenemos más facilidades de acceder a la comida pero también ha habido un retroceso. Ahora tenemos calidad en casi todo pero para que todo el mundo pueda acceder a ello, las calidades bajan. Además, antes la mujer no trabajaba y a mí mi madre me hacía la comida todos los días y cocinaba durante cuatro horas. Ahora eso se ha perdido.
CH: ¿Qué te ha sorprendido de los niños?
J.C: Yo me quedaría con todos ellos. La genialidad de la cocina es pensar como un niño pequeño y tener la capacidad de crear cosas sencillas. Grandes cocineros, como Ferran Adrià tienen ideas de niño pequeño. Tienen esa capacidad de hacer esencial una idea.
CH: A ti no se te despierta el instinto paternal…
J.C: Tengo que reconocer que después de dos ediciones me gustan mucho más, tengo mucha más paciencia de la que tenía.
CH: ¿Os cuesta ser duros con los niños cuando tenéis que decirles que un plato no está bien? J.C: Por supuesto pero creo que no somos duros. Sin querer se me puede escapar alguna collejilla pero sin querer. (Ríe) Lo fácil es comportarte muy majo con los niños. Cuando ves que les estás juzgando de verdad es porque lo que están haciendo merece la pena ser juzgado. Yo me pongo serio pero no soy malo.
CH: ¿Tu de pequeños eras ya genio de la cocina o lo descubristeis más adelante?
J.C: Tuve una vocación temprana pero lo que soy es un gran currante y gran trabajador. El oficio de cocinero es una maratón que te pide tiempo, paciencia y que lo haces porque te gusta cocinar y no porque pretendas ser alguien importante. Es una vocación de artesano y de aprender mucho. Mi virtud no es ser un genio, al contrario, era más tonto que una piedra. Mi única virtud era tener claro qué quería ser en la vida. Poner toda la chicha en el asador y tener la virtud natural de entender que trabajarás cuando los demás tengan fiesta. Creo que somos personas normales pero muy trabajadores.
CH: Después de tanto tiempo en televisión, ¿te planteas seguir a largo plazo en un programa propio?
J.C: No, somos una familia y hemos construido algo que es muy bonito pero nosotros trabajamos casi todos los días de la semana de nueve a dos de la mañana. Es como nuestra casa. ‘MasterChef’ lleva treinta días al año que sería como nuestras vacaciones. Sería bobo si dejase de hacer lo que más me gusta en esta vida que es cocinar.