Lo que sorprende en este país es la abrumadora cantidad de niños en educación especial que son bilingües frente a los que hablan una sola lengua

Sobre la educación especial en EE.UU.

Se sabe ya que siete años académicos es lo que se tarda en hablar una lengua y competir con ella en la escuela

Hombre negro
Hombre negro Pixabay

Les he relatado, en éstas páginas, muchas veces, diferencias y similitudes entre el lugar del que vengo y el que me encuentro. Y hoy, por diversas circunstancias que no vienen a cuento, observo las características de un sistema que, sin ser ajeno, tampoco se parece mucho a lo que conozco.

La escuela pública -que por aquí es la mayoría- dice que pone a disposición de todos los niños cuantos recursos tiene para favorecer el aprendizaje y el éxito escolar de los mismos. Si imaginásemos una pirámide,podríamos entender que estamos hablando de la base, en donde todos se hallan.

Cuando un pequeño empieza a sacar bajas calificaciones, de manera regular, y no llega a los niveles estándares en el conocimiento de las distintas materias que se le imparten, empieza la maquinaria a funcionar. Indefectiblemente, llega a la mitad intermedia de la susodicha pirámide gracias a un monitoreo de unos cuarenta y cinco días en cada área de déficit. El maestro o la maestra reporta esa información al director de escuela y, de forma continua, el niño o la niña sale de su clase y hace ejercicios con un o una intervencionista en la parte académica en la que flojea. Si fuese, por ejemplo, la lectura, comenzaría el segundo registro del problema del niño/a.

Supongamos que ni con ésos recursos el estudiante logra alcanzar lo que se espera de él o ella en la asignatura en cuestión, sean estas una o varias. Se lleva entonces el caso a la reunión de servicios multidisciplinares del colegio, en donde entran en juego unos protocolos, de carácter legal como, por ejemplo, las tres notificaciones que se deben enviar a los padres, por correo regular, diez días escolares antes. O bien el relleno, en la base de datos, de cuanto seguimiento académico se haya hecho, además de todo el resto de la información que pueda ser pertinente a la hora de describir, con la mayor precisión, los elementos que influyen en la vida del alumno.

El equipo multidisciplinar está formado por una enfermera certificada, un psicólogo, una supervisora especialista de educación especial, una patóloga de lenguaje, una trabajadora social, una terapeuta ocupacional y una maestra de educación especial bilingüe -si el niño habla más de una lengua- o monolingüe, si sólo habla inglés. En la primera reunión, cada profesional se compromete a hacer al niño una evaluación, y a presentar los resultados en otros cuarenta y cinco días, con la autorización firmada de los padres. En la segunda reunión, se expone lo que cada cual ha observado y obtenido, y se toma una decisión conjunta. O se reenvía de nuevo a intervención y se sigue monitoreando, o se abre un Plan de Educación Individual -P.E.I., por sus siglas-. A partir de ese instante, el niño sale de su clase una cierta cantidad de minutos y de veces semanales que han sido también previamente asignados y recibe los servicios de un especialista que detectará sus deficiencias e intentará ayudarlo a superarlas.

Lo que sorprende en este país es la abrumadora cantidad de niños en educación especial que son bilingües frente a los que hablan una sola lengua. De cada cuatro, uno es monolingüe, los demás no. Se sabe ya que siete años académicos es lo que se tarda en hablar una lengua y competir con ella en la escuela. Sin embargo, si un niño alcanza todas sus metas pero el inglés lo lleva flojo porque no es su lengua nativa, no se le permite salir de educación especial.

Con los tiempos que corren, parece que hablar otra cosa que no sea inglés produce taras mentales. Y es que esas lluvias, traen estos lodos….

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