Un año después de comenzar el complicado proceso de divorcio de Rafael Del Pino, presidente de Ferrovial, una cambiada Astrid Gil-Casares, con el cuerpo cubierto de tatuajes, toma la palabra en Vanity Fair para hablar de su separación con el tercer hombre más rico de España y el padre de sus tres hijas: Tadea, Alec y Cleo
«Me ha hecho mucho daño. Él sabe por qué me he ido», asegura Astrid, cuyo dolor parece reflejarse en la tinta que ha inundado sus brazos, su espalda o sus costados, entre otras partes de su figura. «Era eso o cinco años de terapia con medicación. Esto me parecía más rápido. Son las marcas del divorcio. Cada vez que Rafa me ataca me tengo que proteger. Son mis escudos y casi siempre como consecuencia de una mala noticia, una llamada del abogado o una vista en el juzgado», justifica ella las marcas.
Según publica Informalia, Astrid comenzó a tatuarse hace algunos meses. Según ella, es su manera de combatir contra Del Pino, con quien estuvo casada durante diez años: «Enfrentarse a Rafa no es fácil. Es como entrar en una guerra contra Estados Unidos. Por mucha artillería que tengas, él está acostumbrado a combatir. La gente me pregunta: ‘¿Cómo se toma Rafa el divorcio?’. Pues debe de estar en su orden del día: la autopista 407, la gestión del aeropuerto de Heathrow y el divorcio», declara.
Del Pino es uno de los hombres más poderosos de España. Su enorme fortuna se suma a las múltiples propiedades que tiene repartidas por todo el mundo. Pese a todo este despliegue, Astrid decidió dejarlo todo atrás: «Hubo conocidas, de hecho bastante gente de mi entorno, que me decían que no le dejara, que hiciera la vista gorda», rememora.
Y es que ella era consciente de que durante su relación ganó comodidad, disfrutando de una vida de lujo y exclusividad, pero perdió su propia identidad: «Es un hombre tan poderoso que pasas a ser su documento adjunto. La gente te borra completamente y los que no te borran es porque eres la mujer de Rafael del Pino. Hay que aprender a vivir con eso», cuenta.
Una vez se culminó su divorcio, su vida ha dado un vuelco de 180 grados: «No veo a nadie. Llevo 12 meses sin salir de casa. Necesitaba un periodo de introspección. Y menos mal, porque mi móvil no ha vuelto a sonar. Hasta el punto de llamarme a mí misma desde el fijo para comprobar si funcionaba», cuenta. Solo queda con sus amigas íntimas. Isabel Sartorius, Carolina Herrera, Paloma Segrelles o Ágatha Herrero: «Hay gente que se separa y necesita salir a la calle. No ha sido mi caso. En La Moraleja no conozco a nadie. A veces tengo la sensación de vivir en el extranjero».
Detalles inéditos de su amor
Aunque su matrimonio ya es historia, Gil-Casares deja claro que se casó «muy enamorada»: «Rafa es como James Bond. Inteligente, atractivo, sexy. Lo hace todo bien. Es el que mejor dispara, el que mejor esquía, el que mejor pilota helicópteros, el que mejor discursos hace? Si mañana estallara la tercera guerra mundial y hubiera que irse a vivir a la jungla, él acabaría teniendo la mejor cabaña del bosque. No lo dudo. Sería el rey de la jungla», explica.
Durante su charla con el medio, Astrid también desvela detalles acerca de cómo conoció a Del Pino en Londres, lugar donde residió tras terminar la carrera de económicas en ESADE y trabajar un año en París. «Lo vi dos veces, en dos fiestas. Hablamos mucho, pero no pasó nada. Cada uno estaba en una relación», explica. En 2004, ella fue a verle a Madrid por un tema de trabajo «y esa misma noche nos liamos». Así comenzó una relación que ha terminado en tormento.