Famosos

La infancia de humillaciones e insultos en la familia de las Azúcar Moreno

Una de sus hermanas dio un hijo en adopción y años después apareció de nuevo tras ser repudiado por sus padres adoptivos

Toñi Salazar (54) cuenta que la situación personal de su hermana hacía imposible que pudiera criar a Enrique: «Mi hermana entró en un pozo del que no pudo salir. Dio a luz a ese niño y tenía una vida tan desordenada que, por amor, tuvo que darlo en adopción. Toda la vida nos hemos acordado de él».

Tampoco le olvidó su hermana Encarni (35), a quien crió la matriarca del clan. La joven afirma que siempre le buscó: «A los 12 años fui al Tribunal Tutelar de Menores y pregunté por él. No podían darme información». Por eso, Encarni tomó la decisión de esperar hasta ser mayor de edad, momento en que volvió al juzgado y dejó «una carta para él explicándole quién era su familia, según recoge Elena Bustamante en El Español.

La situación no fue mejor para Enrique. Todo empezó en el colegio, donde la «cosa no iba bien, no me enteraba y les decían que tenía un nivel bastante más bajo que los demás». Esta dificultad se confirmó cuando le llevaron al médico y le diagnóstico «falta de comprensión», momento en el que el padre adoptivo empezó a ser más «tirante» con el niño que intentaba defenderse.

En todo este tiempo Enrique asegura que se sentía apartado y que solo se sentía apoyado cuando estaba con chicos como él en las clases de apoyo. «Un día escuché una conversación en la que mi madre le decía a mi padre: ‘No está así porque él quiere’. Él le respondió: ‘Es que es un tonto de baba’. Me sentí humillado». Estas duras palabras no solo las decía a espaldas del niño, ya que le llegó a decir que «como no era su hijo no me iba a tocar».

La relación entre Enrique y su padre siguió empeorando cuando se hizo mayor y buscó trabajo. «Me regañó mucho, me insultaba, se burlaba de mí y lo pasé muy mal», explica Enrique. Cuando lo echaron de un curso de Fontanería que estaba realizando, su padre decidió echarlo «de casa hasta que consiguiera trabajo».

Al poco tiempo su abuela adoptiva, la única de la familia que le quería, enfermó y los padres aceptaron que volviera a su vida para poder visitarla. Sin embargo, todo apuntaba a que cuando esta muriera volverían a echarlo a la calle. Y así fue, le entregaron los papeles de adopción, le dijeron que buscara a su familia biológica y le pidieron que se quitara sus apellidos adoptivos. «Tenían muy poco corazón», comenta Enrique.

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