LOS ENREDOS LA FAMILIA REAL

Pilar Eyre se va de boca y califica a la Reina Sofía usando palabras del Rey: ‘»¡Tonta!»

"La Reina Sofía y Juan Carlos no comparten dormitorio casi desde que murió Franco"

Pilar Eyre se va de boca y califica a la Reina Sofía usando palabras del Rey: '"¡Tonta!"
Don Juan Carlos y doña Sofía TW

Es la ‘historia interminable’ (Escándalo en Casa Real: el ‘novio’ de doña Sofía podría presentarse en su 80 cumpleaños).

Pilar Eyre dedica una extensa columna en la revista Lecturas a doña Sofía, sufrida esposa en la que detrás de su sonrisa y serenidad se esconde el drama de las infidelidades de su marido, con el que, según la periodista y escritora catalana, no comparte dormitorio desde 1976 por decisión de la reina (El reencuentro entre una dolida reina Sofía y un arrepentido rey Juan Carlos ).

Una noche, en el palacio Albéniz de Barcelona, durante un viaje oficial, un ayuda de cámara indicó al Rey cuando se desabrochaba la pajarita para acostarse junto a su esposa que su habitación era otra. Se acabó dormir juntos (Las razones de la triste reina Sofía para mandar a paseo a su amigo más íntimo ).

Don Juan Carlos llegó a tener cuatro amantes distintas en la capital catalana, además de Corinna, con la que convivía en un apartamento de la clínica Planas.

Poco antes de ese viaje a Barcelona en el 76, doña Sofía había sorprendido a don Juan Carlos con otra aristócrata en el dormitorio de un castillo de Toledo, donde el Rey cazaba con unos amigos.

Fue el final de un matrimonio celebrado por parte de don Juan Carlos más por conveniencia que por amor.

Por su interés, reproducimos a continuación el blog que ha publicado Pilar Eyre sobre el asunto.

Febrero de 1976. Visita real de cinco días. En el aeropuerto, Sofía, muy pálida, ojerosa, delgadísima, vestida de oscuro, contrasta con su bullicioso marido, que se atreve incluso a expresarse en catalán. Por la noche van al Liceo a ver la ópera de Wagner Los maestros cantores. Sofía cierra los ojos y alguien cree ver corriendo por sus mejillas un fulgor paralelo. ¡El Rey también cierra los ojos, pero es porque se queda profundamente dormido! Se alojan en el palacete Albéniz, Juan Carlos acude a la habitación matrimonial muerto de sueño desanudándose la pajarita, pero un ayuda de cámara lo detiene: «Perdón, majestad, su habitación está en este lado».

Habitaciones separadas

Extrañado, mira a Sofía, que se dirige sin pronunciar palabra al que había sido su dormitorio común hasta ese momento. Separada por un saloncito, un despacho y dos cuartos de baño, han preparado otra alcoba para el Rey. El mayordomo informa, apurado: «Así lo ha dispuesto la Señora». Juan Carlos se encoge de hombros y se va a su nuevo y solitario dormitorio. ¡Desde ese día el matrimonio separó habitaciones y nunca más volvieron a dormir juntos!

Y es que tres semanas antes, Sofía había sorprendido a su marido con otra mujer. Una duquesa consorte. En una finca de caza en Toledo, donde se presentó sin avisar con sus hijos. Tocaron el claxon y como nadie respondía, Gaudencio, el conductor, dio media vuelta para regresar a Madrid cuando Felipe gritó: «¡Mira, mamá, es Moro!», el pastor alemán del que don Juan Carlos no se separaba jamás.

Erizada de sospechas, la Reina bajó del coche, golpeó el portón, apartó al dueño, esquivó a los de seguridad, subió las escaleras, dio un manotazo a una puerta y vio dos rostros muy juntos y una falda escocesa que estaba donde no debería estar. 

Cuatro amantes en Barcelona

¡Quizás porque el Rey se acercaba a Barcelona con propósitos non sanctos y su mujer lo sabía! Y es que Juan Carlos tuvo en la capital catalana por lo menos cuatro amistades particulares: una bellísima millonaria, amiga de la infancia de esta periodista, con la que se veía en una casa de la Vía Augusta. Otra, una extranjera con pisazo en Barcelona, emparentada por matrimonio con el mismísimo Rey. Otra más, morena, bajita y graciosa, sobrina de una condesa, que ahora reside en América, y una cuarta, de mucho renombre, viuda, tan poco discreta que aireaba cómo eran las prendas íntimas de la Reina (recatadas).

Barcelona también ha sido el escenario de sus amores con Corinna. Con ella compartía un apartamento en la clínica Planas, viviendo por primera vez como persona normal: se metía en la pequeña cocina para preparar una bandeja con puñetitas (la palabra es suya) para acompañar su whisky diario. En Barcelona también se sometía a tratamientos antiaging (solo externos, pues de «lo otro», según su amigo Manuel Bouza, sigue funcionando muy bien, se abastecía de ropa interior (siempre calzoncillos blancos) en Bel y el peluquero Iranzo le embellecía la zona capilar. Son razones muy poderosas para que la Reina no le tenga simpatía a esta ciudad.

Sofía, humillada por su marido

Sin embargo, la abogada y feminista Magda Oranich disiente: «Siempre que hemos querido contar con ella para una iniciativa en favor de los animales, ha venido de inmediato, e incluso nos ha reñido porque no la llamamos más a menudo». También aplaudió la decisión del parlamento catalán de prohibir las corridas de toros, ya que es antitaurina, como su hija Cristina, vegetariana como ella.

Ahora cumple 80 años esta desdichada reina, prusiana en sus rígidas convicciones morales (le reprochó a su sobrina María Zurita que recurriera a la inseminación artificial: «Una familia no se crea así»), generosa (cedió su parte de la herencia paterna a sus hermanos) y humillada por su marido privada y públicamente. Un testigo me contó que el Rey le espetó furioso a Pitita Ridruejo, que le estaba hablando a la Reina de las apariciones de la Virgen en Garabandal: «Cállate, ¿no ves que esta tonta se lo cree todo?».

Cuando la periodista francesa Françoise Laot le preguntó cómo querría pasar a la historia, Sofía respondió: «¡Eso de pasar a la historia es demasiado pretencioso! Me gustaría que los que me han conocido dijeran que he sabido cumplir con mi tarea y he sido útil al prójimo, nada más…». Y nada menos, Señora.

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