Los abusos de la izquierda no computan en este país.
Si se trata de ocultar el número de muertos, Pedro Sánchez se puede permitir decirle a un periodista que la cifra oficial «se la pasarán por la tarde» y ninguna terminal mediática de Moncloa se escandalizará.
Pero cuando se trata de asaltar el fortín de la Comunidad de Madrid, cada muerto cuenta. Los muertos del coronavirus se esconden a no ser que sean políticamente rentables.
Para ello se prestan como no podía ser de otra manera los tontolabas de Hollywood como el actor estadounidense Viggo Mortensen que ha concedido una entrevista en ‘El País Semanal’ donde ha dado su opinión sobre cómo se ha vivido en España la pandemia del coronavirus.
«Es horrible, lo que se ha hecho con los ancianos durante la pandemia se parece a lo que hacían los nazis. Una fila aquí, otra ahí. «Este es débil, así que es dispensable»».
El frívolo Mortensen compara un genocidio sistemático como el Holocausto con el drama de una epidemia global pasando por alto el detalle de que el Gobierno de Pedro Sánchez prefirió priorizar su agenda ideológica —el infectódromo del 8-M— antes que tomar medidas para prevenir la catástrofe que trajo el coronavirus.
Mortensen, que también ha fichado por el independentismo catalán a partir de su relación con la actriz Ariadna Gil, dice que lo mismo ha ocurrido en Cataluña pero eso no lo destaca en su titular la SER porque le arruinaría su operación mediática contra Ayuso.
«Esas instrucciones dadas por la Comunidad de Madrid son terribles. También ha ocurrido en Cataluña, y ahora en Estados Unidos con los rebrotes en Florida y Texas, lo mismo. Cuando llegan estos pacientes mayores a los que a lo mejor les quedan dos años de vida, a eso le ponen un nombre muy técnico para en realidad querer decir “a casa, usted no cabe aquí”.
El actor de ‘El Señor de los Anillos’ ignora que esas ‘instrucciones’ se debieron tomar por la falta de imprevisión de un Gobierno que había pronosticado que en España apenas habrías casos de coronavirus. Una vez que se llegó al colapso, la medida era sanitariamente comprensible porque, en las personas que ya estaban al final de la vida, el tratamiento no hubiera sido efectivo.
