Madrid ofrece lugares para experimentar lo prohibido

Sexo y desenfreno en la mazmorra con la novia de tu amigo

Lo que siempre quiso saber sobre los locales de intercambio de parejas y nunca se atrevió a preguntar

'Momentos' está abierto para heterosexuales, bisexuales y homosexuales. Para mentes liberadas y liberales que buscan subirle el voltaje a unas vidas que, tal vez, se han convertido en rutinarias

Suenan las doce de un sábado cuando Belén, de 35 años, y Nacho, de 38, descienden nerviosos las empinadas escaleras de un oscuro callejón madrileño hacia una amplia puerta negra como la brea en cuyo centro resplandece una mirilla en forma de ojo de pez.

Les sigue otra pareja a pocos metros. No se conocen… todavía.

Presionan el timbre. Detectan movimiento al otro lado de la mirilla, pero nadie les pide santo y seña. No hace falta.

Momentos‘, un local de intercambio de parejas, está algo escondido por Doctor Esquerdo, pero no es clandestino. No es apto para mentes conservadoras, pero sí para aquellas que busquen nuevas sensaciones corporales.

Y es que empiezas tomando un chupito y puedes terminar compartiendo cama con dos parejas –o tres–, haciéndole una felación a un desconocido –o a dos–, sudando en el jacuzzi con el chico de otra o la mujer de otro, azotando a una sumisa o a un sumiso en la mazmorra o tomando un vodka con naranja con el torso desnudo en la barra del bar. Cuestión de gustos.

«UN ALICIENTE PARA LA RELACIÓN»

Belén y Nacho están dentro. Pagan 30 euros en la entrada, lo que les da derecho a dos consumiciones. Dejan los abrigos y piden la bebida. Ron con coca cola, ella; con whiski para él.

Observan a su alrededor. Varias parejas conversan animadamente. Otras bailan y algunas se besan y se manosean.

Se acerca Eva, relaciones públicas del local.

–¿Es vuestra primera vez aquí? –pregunta.
–Sí. –contesta Belén.
–Yo ya he venido una vez. –apunta Nacho.
–Te noto cohibida. –le explica Belén con voz conciliadora–. Tranquila. Aquí no se hace nada que no quieras. Ante todo hay respeto.

    Belén toma la mano de su pareja, con quien lleva más de 2 años. Es la primera vez que acude a un ‘club de ocio naturista swinger’.

    «Queríamos darle un aliciente a la relación. Se estaba estancado», comparte la joven, recepcionista en un hotel de Madrid.

      EL JACUZZI Y LA MAZMORRA

      Y el ‘aliciente sexual-sentimental’ que se han buscado consiste en visitar un local con muchos pasillos y salas donde dar rienda suelta a la pasión, al sexo y a la exploración de otros cuerpos. Eva invita a la pareja a unos chupitos y les guía por el bar. Belén observa y se siente observada mientras que Nacho habla con Eva.

      En la primera sala, la más grande, se congregan varias personas. Conversan y beben. A la derecha, el plato fuerte del ‘Momentos’.

      «La mazmorra es lo que más éxito tiene. No os creáis que vienen más hombres que mujeres. Qué va. A las tías les encanta dar con la fusta y eso pone muy cachondo al personal», explica la relaciones públicas.

        Y añade que:

        «Aquí se montan unas colas de impresión cuando alguien viene a jugar con las cadenitas y con el látigo»

          Un hombre mayor completamente desnudo se cruza con ellos en la entrada de la cueva. Se alegra al ver caras nuevas. «Os lo vais a pasar fenomenal».

          Continúan el recorrido hasta llegar a un jacuzzi. Una pareja hace el amor entre burbujas ajena a todas las miradas. Como las cuatro personas que gimen e intercambian fluídos en la cama redonda de un cuarto con ventilador.

          EL PACK DEL SEXO

          En recepción te entregan unas sandalias, unas sábanas y una toalla. Hay que ser rápido. Un hábito solidario para el uso y disfrute de todos. No es justo ocupar durante demasiado tiempo todos los espacios. Belén tropieza en una esquina con una chica arrodillada frente a un hombre. Pide disculpas y pregunta si existe algún lugar donde disfrutar a solas de tu pareja.

          «Sí», responde Eva mientras les dirige a una sala con una camilla de masajes. «Aquí podéis cerrar la puerta y nadie os molesta»

            Los baños están perfectamente equipados y aseados y disponen de ducha fría y caliente, gel de baño y condones.

            EL CUARTO OSCURO Y LA PISCINA

            Nacho y Belén continúan su paseo solos por el local hasta que desenbocan en el cuarto oscuro. Como su nombre indica, no se ve nada. O casi nada.

            «Mola bastante porque no sabes quién te está tocando ni a quién estás tocando», comenta Belén.

              Para empezar, intercambian besos y abrazos con Juan y Patricia, de Alcobendas. Juegan con ventaja. Los han fichado al entrar y han ido directamente a por ellos. En la habitación de al lado, un trío se rinde a los placeres más profundos del sexo untado en aceite corporal.

              Y en la piscina grande, una pareja hace el amor mientras que cuatro hombres y una chica ejercen de ‘voyeurs’ a través de una vitrina. Se masturban individual y colectivamente.

              «YO TERMINO CON JUAN»

              Juan y Patricia proponen terminar la noche compartiéndolo todo en la cama redonda, a la vista de todos. Belén se niega. Nacho duda.

              «Yo tengo que terminar siempre con Juan. Si vengo aquí es porque él me lo pide. Pero yo solo quiero follar con él.»

                Lo  mismo le ocurre a Sandra, que ha venido acompañada de su marido, Pablo:

                  «La verdad es que este rollo nos va bastante. Solo se vive una vez y hay que disfrutar. No estamos haciendo nada malo. A mí me gusta el juego de la seducción. Ver que mi chico se pone cachondo si me tocan otros tíos. U otras tías…»

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