"La satisfacción de un trabajo bien hecho es incomparable en la prostitución. Cuando un cliente es feliz, yo también soy feliz"
Claudette tiene 77 años y está más feliz que unas castañuelas. Se prostituye en Suiza a trancas y barrancas y, amén de ser abuelo, casado y padre de tres hijos, es un ciclista de reconocido prestigio para envidia de sus vecinos.
Nació con genitales tanto masculinos como femeninos, esto es, siendo un hermafrodita de bandera, algo que agradece porque afirma que tal circunstancia sólo le ha dado alegrías a lo largo de su vida :
«Tengo el sexo de los ángeles, ¿de qué debería avergonzarme?».
Tras dejar sentado que «prefiero vender mi culo que mi alma», Claudette sienta cátedra: «Es más duro, pero mucho más limpio.»
UNA VIDA DE LO MÁS NORMAL
El cachondo anciano hace una vida muy normal: levantarse, estar con su esposa Andrée (con quien lleva 52 años), hacer las compras e ir al trabajo. En realidad, Claudette nunca se sintió mal respecto a su condición hermafrodita pues, a decir suyo, «son los otros los que tienen problemas con ello, no yo.»
Sus padres decidieron darle identidad de hombre, lo que significó -en sus propias palabras- «una tremenda ventaja» en la época en que vivió. Sin embargo, Claudette siempre se ha sentido «como una chica, y he vivido mi vida de acuerdo a ello».
Eligió el puterío como medio de vida ya que «se vuelve una fuente de auto confianza»:
«La satisfacción de un trabajo bien hecho es incomparable en la prostitución. Cuando un cliente es feliz, yo también soy feliz. Es trabajo social, ¿cómo puede alguien negar que nosotras hacemos a la gente feliz, que somos útiles? En mi trabajo tengo la certeza de que lo que he hecho era lo correcto.»
