En un fortín de la dinastía Ming. Ni más ni menos. Ya que lo hacemos, debieron pensar, que sea a lo grande. Y dicho y hecho: la pareja china se pone a fornicar a todo meter en el patio de armas, ante el numeroso público que estaba congregado en una de las torres a vista de pájaro, y que se había acercado para ver las ruinas topándose quizás con una mayor.
Los turistas no se atreven a increparles, quién sabe si para no romper el momento mágico, o por simple y llana vergüenza torera, aunque si tuvieron los arrestos suficientes como para grabar -sin temblarles el pulso- la tórrida escena de cabo a rabo.